El viernes se cumplieron 19 años de la tristemente llamada «explosión de la avenida Italia». El 10 de septiembre de 2002 la garrafa de una panadería estalló y provocó la muerte de un empleado municipal que estaba esperando la luz verde del semáforo ubicado en la esquina de las avenidas Italia y Paraguay, en el macrocentro de Resistencia. Luis Wuerich (32) pereció en el acto. Por esas cosas del destino, solo hubo cuatro heridos más a pesar de ser en plena tarde y en una zona altamente transitada por conductores de vehículos como de peatones, aunque afectó también a la casa lindante a la panadería.
Nunca se conoció cómo quedó esa causa, al menos no trascendió a los medios periodísticos.
La noticia tomó trascendencia nacional y alertó a todo el mundo, desde al entonces intendente Benicio Szymula como a las fuerzas policiales y bomberos.
AQUELLA TARDE
El sitio https://bajolalupasite.wordpress.com/ hizo un repaso en 2015 recordando esa tarde, texto que señala lo siguiente:
Cuando aún el mundo no terminaba de borrarse de la mente las imágenes de las Torres Gemelas derrumbándose en un mar de fuego un 11 de septiembre de 2001, Resistencia tuvo su versión local de una explosión y un derrumbe. Lo llamativo de este caso es que tuvo lugar un año después de la tragedia del Word Trade Center, pero un 10 de septiembre.
Ese miércoles, a las 17.20, un rugido sacudiría al centro de la capital chaqueña. Pronto, una nube de polvo tomaría posesión de las calles, como una niebla fantasmal se abriría paso llevando consigo los vestigios de una explosión sin precedentes. Pronto, las sirenas de ambulancias y bomberos rompieron el silencio petrificado que tuvo lugar luego del estallido.
Algunos vecinos y transeúntes se animaron a acercarse al origen de aquella nube invasiva. Seguramente sus miradas se mostraban confusas, perdidas entre restos de escombros y partículas de polvo. Algunos tenían manchas de sangre en la ropa producto de cortes o golpes luego de la explosión. Otros, dirían, que la sangre no era suya. En las esquina de la avenidas Italia y Paraguay, escombros y chapas se amontonaban como meros vestigios del impacto.
EL COMERCIO
En esa esquina funcionaba la panadería de Pedro Svriz, entonces reducida a un baldío. La explosión había sido tan intensa que la farmacia de enfrente sufrió consecuencias similares, todos los vidrios tanto de puertas como de ventanas habían estallado.
En aquel momento, el local se encontraba cerrado y por casualidad no había mucho movimiento en la calle. Aledaños a la explosión, se encontraban los colegios Industrial y Don Bosco, el primero a escasos metros de la panadería.
Fue cuestión del destino que aquel día, 10 de septiembre, los alumnos hubiesen salido una hora antes por ser el Día del Maestro, sino se podría estar hablando de muchas más víctimas.
Por haber sido una hora antes la salida de los alumnos, los automóviles de los padres que solían estacionar sobre la cuadra de la panadería y aledañas no se encontraban ahí en el momento de la explosión.
Incluso, la parada de colectivos, la misma ubicada exactamente frente el local sobre la misma cuadra, aquel día a las 17.20 se encontraba vacía.
Falleció un empleado municipal y hubo cuatro heridos
Pero no todo fue suerte. Lamentablemente hubo una víctima de la explosión de la panadería. Luis Ángel Wuerich (32) se encontraba transitando en su moto Suzuki de 100 cilindradas por la avenida Paraguay. Al llegar a las esquina de las avenidas Paraguay e Italia se detuvo cuando el semáforo le dio rojo. Cuando cambió a verde y el hombre empezó a avanzar, se produjo la explosión. Pronto aquella nube se lo tragó. Testigos dirían que la Suzuki roja iría a parar contra el monumento del mariscal Francisco Solano, como si a la niebla no le interesase el vehículo, pero en cambio, sería Wuerich el que quedaría atrapado en su interior.
Luego de que la nube se disipó, el cuerpo del empleado municipal apareció en la esquina opuesta a la explosión, frente a un telecentro. Tenía un fuerte golpe en la cabeza y según los peritajes realizados, habría muerto en el acto. Luis Ángel Wuerich dejaría una esposa y dos hijas en edad escolar.
El miedo general era por si había alguien atrapado entre los escombros del desaparecido edificio de la esquina, pronto los bomberos empezaron a remover la mampostería en el núcleo del desastre y no pudieron encontrar nada. Por suerte, el lugar había estado vacío momentos antes de la tragedia.
El dueño de la panadería, Pedro Svriz, y su hija (19) se encontraban en el interior de la camioneta familiar cuando se produjo la explosión. Por milagro, ambos resultaron solamente con heridas menores, pero el vehículo quedó casi completamente destrozado.
Por entonces se habló de una sola víctima, pero si la coincidencia, si acaso la suerte, hubiese sido otra, podría haber sido una catástrofe sin precedentes en la provincia.