Silvio Waisbord es un sociólogo que participa en un estudio de la Unesco sobre violencia de género «online». Según explica, uno de los objetivos de estos ataques es la censura a las mujeres. Identifica esta violencia como parte de una “reacción conservadora contra los derechos humanos”.
Los entornos digitales, como extensión de la vida ‘analógica’, arrastran consigo la reproducción de la violencia machista. El sociólogo Silvio Waisbord es la única persona argentina que participa de un estudio de la Unesco sobre violencia online hacia las mujeres y, según surge de sus explicaciones, la censura a las periodistas y políticas encuentra una nueva forma de manifestarse en el mundo virtual.
Waisbord desde Estados Unidos, donde es director de la Escuela de Medios y Asuntos Públicos en George Washington University, analizó los avances del informe producido por la Unesco y el Centro Internacional para Periodistas titulado “Escalofriante: tendencias globales de la violencia online contra las mujeres periodistas”. Waisbord, además, es el único varón del equipo de investigación liderado por Julie Posetti, una periodista y académica australiana de trayectoria.
Los ataques a mujeres en entornos digitales –muchas veces sistemáticos y organizados– llevan a la autocensura y a la autoexclusión del espacio virtual, esencial en la actualidad para el desarrollo de la vida. Según explicó Waisbord, las consecuencias del maltrato se ven en el daño físico y emocional, en el abandono de la profesión y el silenciamiento y la invisibilización de voces femeninas.
El estudio da ejemplos de hechos concretos y agrega un análisis detallado de ciertos puntos clave. La violencia en línea tiene impacto en la vida real, se cruza con la desinformación, y el ataque contra mujeres periodistas tiene motivos políticos. Además, asegura que la misoginia se cruza con otras formas de discriminación, como el racismo o la intolerancia religiosa, y que las plataformas de redes sociales todavía no encuentran la manera efectiva de dar una respuesta.
¿Tiene alguna particularidad la violencia de género en línea cuando se analizan países latinoamericanos?
En México, se enmarca dentro de una tradición de violencia abierta contra el periodismo y, en particular, contra periodistas mujeres. Uno de los principales hallazgos es que es diferente a la violencia en general contra periodistas que son atacados por su trabajo. A las periodistas también se las ataca por su condición de mujer o su identidad de género. En Brasil, en cambio, tiene mucho más que ver con la coyuntura, con los ataques y la violencia del gobierno actual de (el presidente Jair) Bolsonaro contra la prensa, y los comentarios que él, sus hijos y allegados han hecho sobre mujeres periodistas. Para entender esto, hay que entender la coyuntura y las tendencias existentes, y así entender por qué el ataque a las periodistas mujeres.
En la investigación de Unesco, usted participa del análisis de los ámbitos latinoamericano y estadounidense, donde el contexto de la presidencia de Donald Trump parece haber colaborado también a este tipo de violencia.
En Estados Unidos, es claro que, sin Trump en la Casa Blanca, es una situación diferente. Sigue existiendo la violencia, pero no está impulsada o legitimada desde el principal productor de información, que es la Presidencia. Además, Estados Unidos no está vinculado a servicios de inteligencia, como pasa en otros países, incluso en algunos de América Latina, donde el Estado tiene trolls pagos que atacan no solo a la prensa, también a mujeres por misoginia. Ese sistema de trolls estatal aparece en algunos países. Eso no existe en Estados Unidos; lo que sí existió es la legitimación, el impulso de los ataques misóginos desde la presidencia.
Un especialista argentino en seguridad informática explicó en la nota «La violencia de género online se organiza desde grupos en redes y apps», que forma parte de esta serie, que esa violencia no sale de granjas de bots, sale de «granjas de personas» que se organizan para atacar. ¿Usted opina igual?
Eso es lo que viene pasando. Acuñé la idea de la censura «de la chusma» o «de la masa», de «la muchedumbre», que es diferente a otros tipos de censura que conocemos. Una es la censura estatal tradicional; otra, la censura corporativa empresarial, y otra, por poderes paraestatales de narcotraficantes, guerrillas y otros actores violentos. Ahora aparece un cuarto tipo de censura, autogestionada, por la cual ciudadanos comunes se reúnen en Facebook u otras plataformas para hacer lo que podemos llamar irónicamente una crítica a la prensa, que por supuesto no es una crítica democrática, sino una crítica violenta. Ahí se accionan y discuten casos de periodistas mujeres. Esto pasa en Estados Unidos y otros países.
En el análisis de esta violencia online a mujeres, se habla mucho de la cultura de los trolls. ¿Por qué es importante?
Es una cultura poco seria, de «‘joditas»‘, de amenazas. Es violencia retórica que en algunos casos pasa a mayores, con invasión de la privacidad, ataques a personas, o seguimiento domiciliario. Este tipo de ataque afecta desproporcionadamente más a mujeres que a hombres, y a ciertas mujeres de minorías étnicas, religiosas o raciales en algunos países.
¿Hay predominancia de discursos antiderechos enlazados con ataques a mujeres en redes sociales?
Totalmente. Es parte de una reacción conservadora contra los derechos humanos, en particular los de las mujeres. No es conservadora en el sentido clásico, religioso y serio, tiene bemoles particulares. Se engancha con movimientos «de hombres». No es casualidad que los primeros casos de trolling contra periodistas mujeres salgan de la comunidad de los juegos, de gamers, una comunidad muy misógina. Son las mujeres que trabajan en secciones más tradicionales para hombres las que reportan ser más frecuentemente víctimas de estos ataques; por ejemplo, periodistas mujeres de deportes, tecnología, temas militares, porque son lugares masculinizados que muestran su intolerancia con voces diferentes.
Los resultados previos del informe Unesco se pueden evidenciar en los ataques que están recibiendo mujeres argentinas que se expresan en redes sociales.
Lo que preocupa es la paradoja de que la mayor visibilidad pública da mayor exposición a ataques; entonces la visibilidad digital, que pensamos que era un beneficio, expone a ataques cuando más visible se es. Pasa con mujeres periodistas, con políticas, artistas, con mujeres que tienen visibilidad dentro de su campo y llevan la peor parte, en comparación con los hombres políticos o de perfil alto. No se compara con el nivel de acoso y hostigamiento que sufren las mujeres.
¿Cómo prevenir o frenar esta violencia de género digital?
Hay una serie de recomendaciones en «The Chilling: Global trends in online violence against women journalists». Las individuales son importantes pero insuficientes. Una mayor protección digital es implementada de forma desnivelada. Hay redacciones que no proveen de capacitación o protección a periodistas para minimizar los impactos de los ataques. Hay que ver a nivel social y de las redacciones, incluso los medios más grandes hacen un trabajo patético. Podrían monitorear, analizar diferentes redes para entender este fenómeno, para coordinar con su seguridad interna a nivel digital o con su seguridad policial, según los países, para incrementar la protección. La gran responsabilidad también es de las plataformas sociales, sobre todo Twitter y Facebook: mientras estas corporaciones no hagan nada al respecto, esto va a continuar. Deberían producir información sobre estos ataques; ellos tienen acceso único, deberían proveerla, es el principal foco de atención. Luego, la responsabilidad de los políticos, que está ligada a cierta cultura política legitimada, como el ejemplo claro de Bolsonaro y otros de esa calaña. Es una pregunta profunda sobre cómo las sociedades cotejan la misoginia digital.
Fuente: télam