Un economista y un ingeniero argentinos comenzaron en 2005 Tlon Space, una empresa destinada a desarrollar un lanzador espacial de menos de una tonelada de peso capaz de poner en órbitas bajas cargas de hasta 25 kilos, cuyo vehículo experimental tiene previstos cuatro vuelos de prueba a lo largo de 2022 desde su puerto espacial en la costa bonaerense.
El Aventura I es el primer lanzador espacial concebido para colocar picosatélites y nanosatélites en órbitas de entre 200 y 850 kilómetros de altura, otorgándole a sus operadores la flexibilidad para elegir en donde desean ser colocados en lugar de ser cargas secundarias de lanzadores pesados que los colocan en las órbitas en las que su misión principal se los permite.
Tlon Space participó la semana pasada de «Satellite DC», la feria internacional de la industria aeroespacial que se lleva a cabo en Washington, la capital estadounidense, donde formó parte de la delegación argentina junto a otras ocho empresas y organismos nacionales, y en donde este nuevo lanzador espacial despertó el interés de numerosas firmas dedicadas al desarrollo de satélites livianos.
Uno de los fundadores de Tlon Space es Pablo Vic, un economista de 48 años que después de un accidente automovilístico decidió alejarse de su trabajo en una multinacional para volver a su vocación espacial que ya había despertado durante la escuela secundaria cuando a principios de la década de 1990, hizo una pasantía en el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (Citedef, en aquel entonces Citefa) en la que colaboró con el desarrollo de cohetes antigranizo para la provincia de Mendoza.
Desde la capital estadounidense, Vic contó a Télam que «después de un accidente automovilístico que me causó graves problemas de salud y me forzó a dejar mi trabajo en una multinacional donde yo ya tenía planificada mi carrera me encontré con un paper de un investigador estadounidense que planteaba que los microlanzadores iban a ser imprescindibles en un mundo en el que la tecnología tiende a su miniaturización y que eran posibles si se resolvían quince subsistemas en los que hay desafíos tecnológicos; ese texto fue el que me convenció que si podíamos resolver esos quince puntos podíamos ser pioneros espaciales».
«La primera persona con la que hablé es un amigo ingeniero que desde aquel momento también es mi socio y que lo primero que me preguntó es si esto era legal, porque hace 17 años cuando pensábamos en un lanzador liviano la idea de nanosatélites todavía era un concepto; yo tenía unos ahorros y después de charlarlo con mi pareja los invertí en esto», recordó.
El empresario resaltó que «el ‘Aventura I’ es un lanzador espacial miniaturizado, es el primer vehículo espacial por debajo de la tonelada de peso dedicado para posicionar nanosatélites en órbita baja, es un servicio para llevarlos a la órbita en la que quieren estar y no en la que los pueden dejar que es lo que sucede ahora cuando van como cargas secundarias en lanzadores grandes que ponen en órbita satélites de mayores dimensiones».
«Durante muchas décadas la actividad aeroespacial fue una industria de grandes volúmenes con lanzadores y satélites cada vez más enormes, pero en los últimos diez años se consolidó el auge de los nanosatélites como producto que puede brindar aplicaciones que antes eran imposibles para aparatos de esas dimensiones; de la misma manera que pasó con los teléfonos y las computadoras domésticas, la miniaturización abrió la puerta a nuevas capacidades y eso potenció este proyecto en el que veníamos trabajando desde 2005», añadió.
«En ese sentido nosotros ya estamos trabajando con firmas argentinas como Innova Space que trabaja picosatélites o la californiana Space AI fundada por argentinos que trabaja con nanosatélites», detalló.
Vic destacó que «una de las cosas que hicimos fue presentarle el proyecto a la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) que después de analizarlo decidió acompañarnos porque reconocía la solidez de la idea y nos entiende como un complemento del lanzador Tronador que ellos están desarrollando; para ese proyecto ellos habían desarrollado una maquina especial que muy pocos países tienen y que sirve pata hilar el carbono con el que se hacen las estructuras de los lanzadores, ellos pusieron ese recurso a disposición y gracias a eso pudimos liberar la última de las tecnologías que teníamos que desarrollar».
El ‘Aventura I’ es un lanzador de unos nueve metros de altura, 40 centímetros de diámetro y poco menos de una tonelada de peso; además está diseñado en dos etapas de combustible líquido, la primera que genera la potencia para el despegue y alcanzar los 40 kilómetros de altura, y la segunda que desde ahí puede llevar la carga hasta 850 kilómetros de la Tierra.
El empresario aclaró que «entre el 60 y el 70% del lanzador es de origen nacional, se trata de componentes que no son considerados estratégicos por lo que son de libre disponibilidad comercial lo que facilita el acceso a los mismos; este mes estuvimos haciendo pruebas de motor en el puerto espacial que estamos desarrollando entre Miramar y Necochea, desde donde tenemos prevista para este año una campaña de cuatro intentos orbitales».
«En la ‘Satellite DC’ de Washington nos encontramos con el interés en este lanzador de parte de desarrolladores de nanosatélites de todo el mundo con muchos de los cuales firmamos cartas de entendimiento para trabajar en conjunto; muchos de ellos hoy pagan unos 70.000 dólares por kilo para ir como cargas secundarias en lanzadores que los dejan donde pueden y no donde quieren mientras que nosotros proponemos llevarlos a donde elijan por un costo que puede ser menor», comparó.
«Ahora que hay proyectos que hasta desarrollan satélites que procesan blockchain en órbita se empiezan a ver los resultados de este proyecto de largo plazo que arrancamos en 2005 siguiendo nuestros sueños, empezamos siendo dos y hoy Tlon Space emplea 20 personas de manera directa y otras 25 de manera indirecta, y creemos que como estamos diez años por delante de cualquier desarrollo similar vamos a crecer mucho más», completó Vic.