Por Silvio Buittoni
Hablar con el maestro Fernando Cucchi (8° dan), es hablar con parte grande la historia del judo del Chaco. No solo por sus 34 años al frente de la Federación Chaqueña de este deporte, sino también por el legado que dejó.
Hoy, a sus 74 años -recién cumplidos el pasado 14 de agosto-, Cucchi (como todo «el mundo» lo conoce -el otro apelativo que lo distingue y señala es el de «maestro»-, el padre del actual titular de la Federación provincial de éste arte marcial, desgrana anécdota tras anécdota que van jalonando el difícil, pero satisfactorio camino transitado.
Nacido «entre Colonias Unidas y Las Garcitas», como él mismo señala, el maestro abrazó desde muy pequeño al judo. Primero, con clases «particulares» dictadas por el luego cura párroco Luis Ledesma, y luego ya como parte de Villa San Martín («en un saloncito ubicado en la plata alta», acota, subrayando que aún no existía el luego emblemático -al menos para los que hoy peinan canas- tatami de lona sobre aserrín que se ubicara largos años perpendicular a la cancha de básquet).
Pero su primer amor deportivo no fue el arte marcial creado por Jigoro Kano, sino el fútbol. Y fue a través de este -donde se desempeñaba como defensor y, como tal, «solo pasaba la pelota» según relata- que llegó hasta Sarmiento, donde al pasar, conoció-vio por primera vez el judo.
El recordado Hugo Figueroa era el profesor allí. Y precisamente, con este, Cucchi admite haber tenido más de una diferencia, pero de las que se aparta también rápidamente. Tan rápidamente como caían sus ocasionales oponentes -luchó hasta los 45 años- quienes se engañaban con su particular manera de ubicar los pies (el izquierdo adelantado que invitaba al ataque del oponente para que Cucchi hiciera allí el contra que le daba desde el vamos la ventaja). Con ese lance como distintivo a lo largo de su carrera de competidor, ganó más de un título en la por entonces existente competencia «Libre de peso», donde competían obligatoriamente todos los ganadores de cada una de las categorías.
Con paso por el Colegio Don Bosco -donde en la época de los párrocos Pinolini y Mangini llegó a tener 100 alumnos de judo y 70 de defensa personal gracias, entre otras cosas, al tremendo tatami de 10 por 10 metros especialmente construido, todo un avance para aquélla época de varias décadas atrás -finalmente fundó- en su propia casa -la aún existente (hoy a cargo de Fernando Alfredo Kano Cucchi, 6° dan- la Escuela de Judo Barranqueras. Un lugar del cual salieron incontables protagonistas del judo provincial.
Quien practicó hasta hace meses -recordar que recientemente cumplió 74 años- recuerda como uno de sus mejores momentos aquél que lo llevó al título del Torneo Internacional desarrollado en Rosario. «Kanashima y Yamashita» son los nombres que afloran a su mente mientras que cuenta que «por entonces, los cursos duraban 15 días, no como ahora que en un día se termina todo», estableciendo las diferencias entre el ayer y el hoy.
Pero Cucchi, a la vez sostiene que «más allá de todo, el judo del Chaco siempre tuvo grandes exponentes. Fue nutrido de negritos que no se achican ante nada y además cumplen con los valores y la disciplina del judo».
Y entre ese grupo de luchadores, Cucchi también incluye a las damas mencionado a «la Negra Medina y Diana Cavana» como dos de sus pioneras en los tatamis provinciales.
Sin pesar, Fernando cuenta que «lamentablemente no pude hacer que el judo ingrese a las escuelas», un proyecto que presentó en dos oportunidades y que no pudo avanzar más allá de la buena voluntad de algún profe que lo recibió para escuchar la propuesta. Una propuesta que es solo un par de renglones de un currículum que, impreso, llena una caja de cartón en la totalidad de su altura.
Casado con Norma Clelia Del’Era hace ya 51 años, el maestro es padre de Patricia Carolina y el ingeniero y también profesor Fernando Alfredo Kano Cucchi, hijos que le dieron la dicha de ser abuelo en cuatro oportunidades.
Un «logro» que lo emociona al mismo grado que cuando se acuerda de quien, para él, fuera su mejor alumno: Tatú Suárez, desaparecido trágicamente en un accidente frente a For Ever donde era profesor.
«Ganancioso, mil por mil», define al «balance» del judo chaqueño. «La sociedad acepta a los judokas por ser buenos judokas, ya que el judo te enseña que lo primordial, más allá de lo deportivo, es la calidad humana que emana de sus valores», sentencia.
Con convicción, como cuando sostiene que «la parte técnica sigue siendo lo principal. Mirá -dice mientras hace que se le palpe el abdomen-, esto (una tabla) es todo producto de la práctica; cero pesas». «Hacer lo técnico te va dando la preparación física», agrega quien basaba gran parte de las clases que dictó por décadas, en el uchi komi, la entrada «primero estática y luego en movimiento».
Su convicción, se traslada a toda su manera de ser y actuar. «La vida me empoderó», responde cuando se le pregunta si fue el judo el que lo plantó con tanta seguridad ante la vida. Una vida que en sus primeros años transcurrió en la dureza de la vida rural, donde, como hijo de un italiano dueño de dos emprendimientos en la zona del interior provincial antes citada, debía atravesar a través de una picada, dos cementerios, para poder llegar finalmente a la sala de un cine, una de sus aficiones.
Y esa formación que se tradujo luego en astucia e ironía -dos cualidades/definiciones que lo identificaron desde siempre- fue la que le sirvió para desempeñarse no solo en la vida deportiva íntimamente ligada al judo -su único deporte, ya que «fútbol no miro, como tampoco el judo actual que se hizo muy sucio, trabado»-, sino en su vida ciudadana.
Así, este exvendedor de oro por mayor, donde cada miligramo importaba, fue construyendo en paralelo una vida dentro y fuera del tatami hasta alcanzar hoy -y desde hace ya muchos años- su bien reconocida fama de «duro», pero justo que se jacta de haber entregado «300 colchonetas, 600 trofeos, una PC….» al momento de retirarse de la dirigencia deportiva.
Fernando Cucchi, el maestro, 8° dan, nada más, nada menos.
Columna vertebral
Con 45 años en el judo, Jorge Díaz (3er dan) es uno de los refrentes actuales del judo provincial. Y al ser consultado por LA VOZ DEL CHACO en relación al maestro Fernando Cucchi, quien integra el cuerpo de entrenadores de los másteres de la Confederación Argentina de Judo (CAJ), afirmó: «El maestro (Fernando) Cucchi es la persona que fue la columna vertebral del judo chaqueño en los últimos 30 años, fue el que nos guió a llevar esta disciplina y deporte a lo más alto del judo nacional e internacional».
«Una persona que le ponía tiempo y pasión y dedicación, y supo dar lugar a muchas generaciones de atletas y profesores que hoy difunden sus enseñanzas», agregó quien se iniciara como profe a la temprana edad de 18 años reemplazando -con el aval de Cucchi- al trágicamente desaparecido Tatú Suárez.
«Seguramente se lo va a extrañar por mucho tiempo», señaló cerrando Díaz, quien actualmente se desempeña -junto a su hermano- en el Brothers Gym.