La especialidad de odontología es una de las que más problemas trae a los beneficiarios de obras sociales y prepagas. Cada vez son menos los profesionales que aceptan trabajar con las empresas de salud, por lo que los pacientes deben buscar otras opciones para tratarse y que el presupuesto no llegue a cifras inalcanzables.
Por esta razón, todos los días se pueden ver largas colas en la Facultad de Odontología de la UBA. Son personas que, en su mayoría, no cuentan con una cobertura médica que les brinde acceso a profesionales dentales. Por lo que acuden a la guardia de la casa de estudios, que cobra tarifas mucho menores por la atención.
Desde limpiezas, hasta cirugías de diverso tipo, son las consultas que llevan a la gente a soportar largas esperas a cambio de costos más bajos. Son muchos los que incluso viajan desde provincia hasta la sede de la Facultad en busca de tratamiento.
Una problemática con pocas respuestas
Esto no hace más que desnudar una situación que se vuelve ya preocupante para los beneficiarios de coberturas de salud. La falta de profesionales de la odontología que trabajan con prepagas y obras sociales. Sobre todo, para aquellos que cuentan con monotributo y su obra social, según declaran, “no les cubre nada”.
Aquellos que tienen prepagas u obras sociales con una cobertura más amplia, tampoco están exentos de cuestiones similares. Es que las esperas para conseguir turnos con los profesionales pueden llegar a ser de incluso varios meses. Lo que, en muchos casos, obliga a improvisar otras alternativas.
Según fuentes de la Facultad de Odontología, la guardia recibe aproximadamente a unas 300 personas por día. Con una gran variedad de consultas y necesidades. Y con quejas sobre la falta de odontólogos cerca de sus lugares de residencia y sobre la falta de cobertura que sienten.
Desde las organizaciones que nuclean a los profesionales, aseguran que tienen que hacer frente a los costos para poder brindar una atención debida a los pacientes (como herramientas, anestesias y otro material especializado). Mientras que obras sociales y empresas de salud pagan a 2 o 3 meses. En un contexto como el actual con alta inflación, esto repercute seriamente en su rentabilidad. Ya que, cuando las prestadoras les pagan, los costos ya aumentaron, perdiendo dinero.
Sin dudas, esta situación afecta no solo a los profesionales, sino, principalmente, a los pacientes que encuentran cada vez menos opciones de atención. Y, consecuentemente, una reducción en su calidad de vida.