El Chaco volvió a ser escenario de una condena a prisión efectiva en un nuevo caso por abuso sexual en las infancias. Fue el lunes en la Cámara Tercera en lo Criminal de Resistencia, cuando el reconocido fotoperiodista Jorge Flores fue condenado a cinco años y cuatro meses de prisión por haber abusado de su hija cuando tenía 8 años.
En horas del mediodía, el juez Azcona leyó la parte resolutiva del veredicto condenatorio por el delito de abuso sexual simple agravado por el vínculo y por la situación de convivencia. Si bien el magistrado no dictó su detención, dispuso que el imputado deba comparecer ante el Juzgado cada siete días.
Durante los alegatos, el fiscal Sergio Cáceres Olivera y la defensora oficial y querellante particular, Karina Paz, habían solicitado ocho años de prisión para el imputado, el máximo de la escala penal, publicó el portal judicial Litigio.
Por su parte, el defensor, quien durante su alegato buscó en todo momento descalificar el testimonio de la víctima, solicitó la absolución de su defendido.
EL CASO
El hecho juzgado tuvo lugar en 2010, en el domicilio en que Flores compartía con la víctima, que en ese entonces contaba con 8 años. Recién diez años después, tras la declaración de la pandemia por Covid-19, la adolescente pudo formalizar la denuncia penal, tras una fuerte discusión que la decidió a irse a vivir con su madre, ya que hasta ese momento aún vivía con su padre, la pareja de este, sus otros hermanos y sus abuelos.
Según se demostró durante el juicio, la víctima había contado el hecho a varias personas durante su adolescencia, pero nunca le creyeron y su relato fue negado por la familia paterna. Incluso, llegaron a hostigarla para que retire la denuncia.
Su testimonio fue respaldado por varias personas durante el juicio, que revelaron que siempre se la veía en muy mal estado y que su situación cambió mucho cuando finalmente decidió ir a vivir con su madre, Bárbara Aguirre, a partir de marzo de 2020.
EL RELATO
Durante el juicio, la víctima aseguró que quería sacarse la mochila que tenía hacía años, algo que la hacía sentirse mal, avergonzada, sin confianza en nadie, en ningún hombre y que sentía que debía seguir con tratamiento psicológico para superar sus miedos.
Las pericias psicológicas valoradas por el juez Azcona confirmaron que la víctima pasó por un hecho traumático, que tenía dificultades para dormir, pesadillas, recuerdos intrusivos, inestabilidad emocional y baja autoestima.
Una de las profesionales que la atendió destacó que la evolución favorable dependía de la reparación del daño que sufría.
LA SENTENCIA
En la sentencia, el magistrado calificó como perversas las conductas del imputado que se desarrollaron sobre una persona (8), que se encontraba en un grado mayor de indefensión, generándole daño psicológico y la pérdida de confianza afectando sus relaciones interpersonales.
A partir del testimonio fundamental de la víctima, de testigos y de las psiquiatras que la asistieron, el juez Azcona dio por comprobado que el hecho denunciado existió y también la responsabilidad que le cabía al imputado.