Documento elaborado por Pascual Albanese y
aprobado por el cónclave peronista que se reunió en Santa Fe
1) La Argentina no puede permanecer prisionera de una estéril confrontación política entre los responsables de un presente de sacrificios y los protagonistas de un pasado de frustraciones. Ni el Gobierno ni el Kirchnerismo tienen respuestas para salir de esa encrucijada. La vuelta al pasado, a ningún pasado, por glorioso que pueda haber sido, sea la Argentina del primer centenario de 1910 o aún la de 1945, puede ser un horizonte que nos permita avanzar. Es imprescindible construir una visión de futuro para recrear la esperanza de los argentinos.
2) Esto implica dejar atrás las antinomias de peronismo-antiperonismo o derecha-izquierda. Para lograrlo hay dos condiciones necesarias: el fortalecimiento de la democracia y el Estado de Derecho y la creación de un clima de diálogo y de unidad nacional. Sobre esos cimientos será posible forjar una nueva síntesis histórica que conjugue las dos grandes aspiraciones que recorren toda la historia argentina: libertad y justicia social.
3) Como decía Perón, «la doctrinas no son permanentes. Lo único permanente es la evolución». No estamos sólo ante un cambio de gobierno sino frente a un cambio de época, signado por la irrupción de la Cuarta Revolución Industrial, cuya expresiones emblemáticas son el incesante avance de las nuevas tecnologías de la información y la explosión de la inteligencia artificial. Esta nueva realidad mundial exige repensar ideas y propuestas, en un ejercicio de actualización doctrinaria que supone una nueva renovación que vuelva a colocar al peronismo a la altura de los tiempos. Como señalara Perón, se trata, una vez más, de «fabricar la montura propia para cabalgar la evolución, sin caernos».
4) La identidad doctrinaria del peronismo está asentada en dos pilares fundamentales: la comunidad organizada y la justicia social, ambos inspirados en la doctrina social de la Iglesia. Esos principios no pueden confundirse con el modelo asistencialista impuesto en los últimos años, que terminó aumentando la pobreza y la marginalidad social y perpetuando en esa condición a quienes decía beneficiar.
5) Para el peronismo la justicia social es sinónimo de movilidad social ascendente y de cultura del trabajo. No tiene nada que ver con el clientelismo político. La quinta de las Veinte Verdades Justicialistas subraya que «es justo que cada argentino produzca por lo menos lo que consume».
En esta nueva sociedad del conocimiento que emerge a escala global la educación es la principal herramienta en el camino hacia la justicia social. El imperativo es una verdadera Revolución de la Educación y del Trabajo. Sin una mayor inversión en la educación pública no hay porvenir posible para la Argentina.
6) Es ineludible ir más allá de los planteos meramente coyunturales y elaborar una visión estratégica de mediano y largo plazo que dibuje un nuevo horizonte para la Argentina. La estabilidad monetaria y el equilibrio macroeconómico son dos condiciones necesarias pero no suficientes. Es necesario un nuevo modelo económico que garantice desarrollo, producción y trabajo, única forma de enfrentar y resolver el drama de la pobreza. Para avanzar en esa dirección la prioridad es el aliento a la inversión productiva, tanto nacional como extranjera, con énfasis en un vigoroso aumento de las exportaciones, como única forma de superar el estancamiento económico, el endeudamiento externo y el estrangulamiento de la balanza de pagos.
7) Esa estrategia de desarrollo está indisolublemente vinculada con la inserción de la Argentina en el nuevo escenario mundial a través de una política exterior que articule una férrea defensa del interés nacional con una cultura de la asociación como demanda la época, sin alineamientos automáticos ni ideologismos anacrónicos de cualquier signo.
8) En el plano global, esto implica una activa cooperación en la afirmación de los derechos humanos, la defensa del medio ambiente y la lucha contra el narcotráfico, el terrorismo y el crimen trasnacional. En el marco latinoamericano exige también el fortalecimiento de la alianza estratégica con Brasil y la reformulación del MERCOSUR como eje de la integración regional, con una perspectiva orientada a la apertura hacia el Océano Pacífico y los países asiáticos, convertidos en el mayor mercado consumidor y el principal motor de la economía mundial.
9) Sobre esas bases materiales será posible avanzar en la recreación de una auténtica Argentina federal, a partir del aprovechamiento integral de los recursos naturales, en especial de la producción alimentaria, la energía y la minería, el desarrollo de las economías regionales, el impulso a una indus trialización internacionalmente competitiva, la explotación de la plataforma submarina (pesca e hidrocarburos) y la promoción de las industrias del conocimiento, desde la inteligencia artificial hasta la biotecnología, que son las llaves del futuro.
10) Este nuevo protagonismo de las regiones, las provincias y los municipios, que procuran una rediseño integral de la geografía económica argentina, requiere una descentralización política que fortalezca sus autonomías, incremente sus recursos financieros y permita satisfacer las urgentes demandas de seguridad, salud y educación, desatendidas desde el poder central
11) Con el peronismo solo no alcanza pero sin el peronismo no se puede. No se trata de en absoluto de edificar una Argentina a imagen y semejanza del peronismo, sino de forjar un peronismo al servicio de la Argentina. Hoy más que nunca tiene vigencia el axioma de que «para un argentino no puede haber nada mejor que otro argentino», un mensaje que está en línea con la prédica universal de Francisco, que reivindica la «cultura del encuentro» y proclama que «el todo es superior a la suma de las partes» y que «la unidad es superior al conflicto».
12) Las circunstancias exigen una amplia convocatoria nacional para construir una alternativa superadora que inspire credibilidad y confianza y supere el actual divorcio entre el sistema político y el conjunto de la sociedad. En esa tarea de concertación, que exige necesariamente la participación de las fuerzas políticas, la CGT, las centrales empresarias y las diversas expresiones de la comunidad, tienen un papel absolutamente fundamental los dos grandes vectores en ascenso en esta sociedad del conocimiento del siglo XXI: la mujer y la juventud, cuyo creciente protagonismo constituye un factor absolutamente decisivo para el porvenir nacional. En ese desafío integrador se juega el destino histórico de la Argentina.