Según los últimos datos, las ventas en el noveno mes del año registraron una baja interanual del 18%. Sin embargo, Miguel Simons, referente del sector de supermercados en la provincia de Chaco, aseguró que esa cifra «no refleja la totalidad del problema», y estimó que la caída real ronda el 25%. «Yo creo que es peor, porque la caída de las ventas que declara principalmente CAME está hecha en base a supermercados que informan, pero el resto del supermercadismo, de proximidad, del supermercadismo pyme, no está conectado con CAME», afirmó en Radio Libertad
La situación se agrava con los aumentos constantes en los costos de los servicios, especialmente en la energía eléctrica. «Nosotros calculamos que entre la factura recibida en marzo y la que hay que pagar en noviembre hubo un aumento del 184%», cuantificó.
Esto, según el empresario, ha generado un impacto directo en la rentabilidad de los comercios, que ahora deben destinar una porción significativa de sus ingresos para cubrir los costos fijos. «Empezamos pagando facturas de 40, 60, 80 mil pesos, y ahora son de 270, 280 mil. Ese es el valor de la factura», detalló.
Caída en las ventas
La caída en las ventas no es solo un número en los informes, sino una realidad palpable para los supermercadistas. «Uno entra al supermercado y nota que la gente ya no lleva ni una canastita, solo compra uno o dos productos en la mano», describió Simons, graficando la reducción en el consumo. Esta disminución se refleja en todos los niveles del negocio, desde la cantidad de clientes que ingresan al local hasta el tipo de productos que eligen comprar. «El consumidor ve oferta, pero no tiene poder adquisitivo. Puede ver que el aceite está barato, pero apenas lleva una botella», dijo.
El efecto de esta contracción en el consumo es visible en la forma en que los supermercados han tenido que ajustar sus operaciones. «La mayoría de lo que estamos haciendo es achicar al máximo los gastos. Dentro de esos gastos, lo que más recortamos es el personal», explicó Simons. Esta situación ha llevado a un cambio en la dinámica laboral dentro de los supermercados, donde los dueños han tenido que asumir tareas que anteriormente realizaban empleados. «Uno ve a los dueños cortando fiambre, atendiendo en la caja, y juntando los canastos, tareas que antes hacía algún pibe», comentó.
Riesgo de cierres y precarización
El panorama para el sector es desolador, y la posibilidad de que más supermercados cierren sus puertas es cada vez más real. «Ya algunos supermercados orientales han cerrado, y en el interior también hemos visto cierres de comercios regionales», señaló Simons. Sin embargo, aclaró que las zonas rurales aún tienen un pequeño respiro, dado que no enfrentan la misma competencia feroz que en las ciudades. «Los supermercados del interior todavía tienen un poco más de aire para poder trabajar, pero con muchas dificultades», agregó.
A la baja en las ventas se le suman los aumentos en los productos que los supermercados deben adquirir para reponer sus estanterías. «Los productos siguen llegando con aumentos, aunque sean pocos en porcentaje», indicó Simons. Este encarecimiento de los costos de reposición agrava aún más la situación de los comercios, que deben hacer malabares para mantener precios accesibles mientras sus márgenes de ganancia se ven cada vez más reducidos.
Impacto de la política
Simons también se refirió a la situación macroeconómica y cómo las políticas del gobierno impactan en el sector. Según explicó, el aumento en los costos de los servicios y la presión impositiva están asfixiando a los supermercadistas. «Hay un atraso permanente en el pago de servicios e impuestos», aseguró. Además, criticó duramente la falta de una reforma laboral que beneficie al pequeño y mediano comerciante. «Se habla mucho de la reforma laboral, pero para el supermercadista no hay mejoras. Mantener un empleado requiere un millón de pesos mensuales, y con los márgenes actuales no se puede juntar esa cifra», subrayó.
En este sentido, Simons citó ejemplos internacionales de cómo otros países han abordado situaciones similares con políticas más equilibradas. «Portugal, por ejemplo, hizo un ajuste fiscal serio, pero acompañado de mejoras salariales para no erosionar el poder adquisitivo de la gente. Ellos entendieron que si se caía el consumo, se caía la economía», comentó. Según el supermercadista, ese es el tipo de enfoque que debería adoptarse en Argentina para evitar que más comercios cierren sus puertas.
El desafío de sobrevivir
En un contexto de recesión generalizada, donde el poder adquisitivo de los consumidores está en caída libre, Simons destacó que las promociones y descuentos ya no son suficientes para atraer a los compradores. «Por más ofertas que haya, la gente no tiene plata. Lo que decía Milei, ‘no hay plata’, es una realidad que vemos todos los días», sostuvo.
Esta falta de liquidez no solo afecta a los consumidores, sino que también pone en riesgo la supervivencia de las pequeñas y medianas empresas. «Cuando un empresario tiene que vender sus activos financieros o de capital para pagar impuestos, el camino es la quiebra. No hay otra», afirmó Simons, quien también mencionó la dificultad de obtener financiamiento en este contexto. «Los márgenes de ganancia no alcanzan para cubrir los costos operativos, mucho menos para reinvertir o expandirse», agregó.