Nacido en 1935, Enrique Santiago Petracchi se crió en el seno de una familia de abogados. Tanto su abuelo como su padre ejercieron la profesión. Este último, Enrique Carlos, ocupó el cargo de Procurador del Tesoro de la Nación, durante la primera presidencia de Juan Domingo Perón, y Procurador General entre 1973 y 1976.
En ese ámbito, Petracchi cursó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires e inmediatamente optó por seguir el legado familiar: se graduó de abogado en la Universidad de Buenos Aires, con Diploma de Honor.
Su carrera judicial comenzó como auxiliar en un juzgado civil, para luego ocupar cargos en la Corte Suprema. Posteriormente, se desempeñó en la Justicia Federal y en la Procuración General hasta 1982. Año después, el entonces presidente Raúl Alfonsín lo designó como miembro de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
De voz elocuente y elegancia imperante, Petracchi se enmarcó en la vanguardia del máximo Tribunal. Mediante sus votos en disidencia, enarboló la bandera del liberalismo y la justicia social; una conjunción que sería cuestionada por muchos.
Existieron innumerables precedentes jurídicos sentados por el jurista. En Arenzón (1984) acuñó junto a Augusto Belluscio la tajante frase “al cabo, nadie es más alto que la Constitución” en un caso de discriminación hacia un profesor por su altura; en Bazterrica (1986) manifestó la no criminalización de la tenencia de estupefacientes para consumo personal, ello por ser parte de la esfera individual de la persona, conforme el artículo 19 de la Carta Magna.
También en Ponzetti de Balbín (1984) expresó su amparo hacia la libertad individual, en reparo de los derechos de intimidad y privacidad, ante el emblemático caso donde Editorial Atlántida S.A había publicado una foto acerca de Ricardo Balbín internado.
Por su parte, en Sejeán (1986) realizó una enfática defensa al derecho a la privacidad y a la libertad de conciencia para que un ciudadano formule el plan de su vida a su antojo, en virtud de la problemática en aquellos tiempos de la indisolubilidad del matrimonio civil. En consecuencia, planteaba que si el matrimonio era indisoluble, el derecho a casarse se agotaba en su ejercicio.
Luego de la polémica ampliación de la Corte a nueve miembros, Petracchi se posicionó en numerosos fallos en la vereda de la disidencia; momentos donde la propia desavenencia era lo más cercano al sentido de justicia en la denominada “corte menemista”. Ejemplo de ello son sus posicionamientos en Molinas (1991) -en defensa del principio de inocencia-, Fernández Prietto (1998) –al recordar la proporcionalidad de las medidas de coerción penales-, Manna (2000) –al declarar la invalidez de un decreto de necesidad y urgencia que no tuvo aprobación del Congreso-, y tantos otros.
Incluso, precedentes como Del Valle Puppo (1996) que hoy tienen vigencia en las cuestiones institucionales del momento. Allí expresó: “El nombramiento de un magistrado por el Poder Ejecutivo Nacional es para un cargo específico y no consiste en la atribución genérica del carácter de «Juez» sin adscripción concreta a un cargo”.
Enrique Petracchi fue un eximio magistrado, con un tecnicismo y una pluma irónica que invitaba a leer sus pronunciamientos. Muchos lo llamaban contradictorio por su ideología liberal y su supuesto afín al peronismo:
“A mí se me consideró siempre peronista no porque fuera del partido peronista, sino porque hay una única cosa del partido peronista que yo acepto, que es la justicia social”. Y añadió: “Una vez, un juez norteamericano me dijo: ‘Doctor, usted acá tiene fama de peronista y liberal y eso es una contradicción’. Entonces yo le dije: ‘Doctor, yo veo que usted es liberal y sin embargo tiene un crucifijo colgando, y eso también es una contradicción”. (Nota en Página 12)
Otras de las particularidades del juez fue que presidió el Máximo Tribunal en dos ocasiones (1989-1990 y 2004-2007). Específicamente, se colgó la medalla de ser el único juez que sea cabeza de la Corte Suprema en dos siglos distintos.
Su personalidad también fue de manifiesto en la recordada Acordada N° 44/1989, donde la Corte de aquel entonces se opuso fehacientemente al proyecto del Ejecutivo de aumentar el número de integrantes, ello en resguardo de la independencia y estabilidad del Poder Judicial en base a los pilares constitucionales de las instituciones.
Asimismo, su influencia en la presidencia del Máximo Tribunal se reflejaría en su segundo período, donde se produjeron modificaciones en distintos aspectos como avances en la transparencia de las resoluciones, y también, la posibilidad de presentación de amicus curiae en causas ante dicha instancia.
En tiempos donde el ejercicio político de la Corte Suprema es cuestionable, es útil recordar a un magistrado que no negó el carácter de poder político del Poder Judicial: «Sus decisiones, especialmente en la Corte Suprema, son políticas, lo que sucede es que no son solamente políticas, son además jurídicas, se tienen que adecuar a la Constitución. Claro que la Constitución es un marco de posibilidades, cuya elección dependerá de la ideología del juez.»
Enrique Santiago Petracchi fallecería un 12 de octubre de 2014, a los 78 años, a causa de una afección al páncreas. Sin embargo, su legado jurídico, a través de su pluma y sus expresiones políticas, será recordado, e incluso invocado, cuando el derecho y el sentido de la justicia así lo requieran. De hecho, en un ámbito en el cual los ministros se manejan con un ejercito de relatores propios cada uno, que elaboran sus fallos el Dr. Petracchi nunca delegado esa tarea sin perjuicio de hacer uso de los mismos para colectar los antecedentes y jurisprudencia asi como la consulta al derecho comparado, habitual en sus sentencias.
Fayt-Petracchi: una rivalidad, dos estilos
El último ágape cortesano de 2013 tuvo dos protagonistas excluyentes: Carlos Fayt y Enrique Petracchi, quienes fueron homenajeados por sus 30 años como integrantes de la Corte Suprema. Fue un encuentro ameno en el que participaron todos los ministros. Hubo brindis, risas, fotos y celebraciones de distinta intensidad, pero no bastaron para dejar de lado la diferencia más grande: Fayt y Petracchi desarrollaron su carrera en la Corte bajo una intensa rivalidad debido a sus personalidades antagónicas.
Petracchi es un peronista que llegó a la Corte gracias a un pacto no escrito realizado por el entonces presidente Raúl Alfonsín con ese partido. Fayt, quien se ha declarado siempre socialista, escribió largos párrafos en sus libros criticando al peronismo y atendía en la embajada argentina en París. Un seleccionado de lujo para un libro que hoy es casi imposible de encontrar. Fayt era un hombre de aires solemnes y circunspecto, amante de la lectura, que siempre rehuía de las grandes reuniones con jueces, secretarios, abogados y fiscales. Petracchi, en cambio, hizo de esos «meetings» parte de su sello personal. Sus cumpleaños, celebrados en el quincho del abogado Gustavo Aramburu, sirvieron durante años para demostrar quién era quién en un mundo tan jerárquico como el de los tribunales. Eran cumbres casi siempre dominadas por el sexo masculino, y en una de ellas hizo su debut social quien se convertiría en una de las juezas más destacadas de los últimos 15 años del fuero federal: María Servini, quien hoy, con 87 años, es una referente indiscutida en el fuero electoral y penal.
Una de las anécdotas que mejor refleja la personalidad de Petracchi ocurrió a mediados de los 90, cuando los jueces federales de Comodoro Py organizaron a fin de año una gran fiesta con música y baile. La fiesta fue tan grande e interminable que llevó al excamarista de la Casación Alfredo Bisordi a dejar su despacho del primer piso e irrumpir en la celebración, quejándose por la intensidad de las risas y la música. De hecho, casi se enfrenta en un combate cuerpo a cuerpo con dos jueces. Al día siguiente, Petracchi contactó a todos los jueces federales y los citó en su domicilio (Bisordi había sido secretario letrado en la Corte). Primero les dio un fuerte correctivo —todavía no existía el Consejo de la Magistratura— y luego conversó con ellos de forma amena hasta altas horas. Es una historia que el exjuez Gabriel Cavallo nunca se cansa de repetir.
La intriga entre Fayt y Petracchi tiene además un ingrediente clave: ambos se beneficiaron de una modificación impulsada por un amigo común, el convencional constituyente por Corrientes Rodolfo Martínez Llano. Durante el desarrollo de la sesión, Martínez Llano introdujo de manera sorpresiva una cerrada oposición a que el límite de los 75 años rigiera para los jueces en ejercicio. La moción originó un fuerte debate que obligó a un prolongado cuarto intermedio, tras el cual los presidentes de las bancadas mayoritarias anunciaron que dicha cláusula regiría solo para el futuro.
En 1994, año de la Convención, la telefonía celular llegó por primera vez al interior del país. Hasta entonces, solo la Capital Federal tenía Movicom, cuyos imponentes aparatos eran sinónimo de «estatus» por su alto costo. En la bancada peronista, los colegas del diputado por Corrientes hacían fila para transferirle una llamada del presidente Carlos Menem, que Martínez Llano nunca atendió, siempre respondiendo: «Lo llamaré después». Esta actitud era una muestra del intenso respeto mutuo entre Martínez Llano y el expresidente. Menem sabía que no podía recurrir a intermediarios ni enviar mensajes a través de Eduardo Bauzá o Carlos Corach. Tres testigos que aún viven pueden dar fe de esta relación: el propio Corach, Tato Romero Feris y Pedro Braillard Poccard, quienes esperaban a Menem en el salón VIP al regreso de su viaje a Estados Unidos, con el objetivo de que el presidente disuadiera a Martínez Llano de apoyar un juicio político que estaba próximo a votarse en la Legislatura correntina. Fue el entonces ministro del Interior quien tomó la iniciativa y, sabiendo que sus palabras no bastarían, le dijo que el presidente necesitaba hablar con él, y que, para tal efecto, le enviaría el avión presidencial. Era viernes, y Martínez Llano prometió que iría él mismo en el avión de la gobernación por la tarde, pero nunca lo hizo. La sesión se llevó a cabo a primera hora del día siguiente, con todos los diputados del grupo de los 18 concentrados en la Legislatura desde la noche anterior.
La ley de medios fue el último punto de disrupción entre las respectivas filosofías de Fayt y Petracchi: Fayt votó por la inconstitucionalidad de la ley, mientras que Petracchi aportó el voto clave para validarla. El primero dio señales previas claras en ese sentido; el segundo fue mucho más reservado. Sin embargo, ambos fueron coherentes con sus estilos: Fayt, el académico que hizo de las teorías su modo de vida, y Petracchi, amante de la caza, que, con sigilo absoluto, esperó hasta el final para definir la historia.