Siguiendo con el juicio por la muerte de Leandro Bravo y del que están acusados cuatro policías, expuso el médico forense Hugo Rodríguez.
Se presentó con una copia de su informe preliminar y un libro sobre muertes en custodia, publicó la periodista Valeria Romero, del portal judicial Litigio.
Del testimonio de Rodríguez quedó en claro que practicó la autopsia bajo la presión del fiscal Hugo Baigorrí, a pesar que él le manifestó que no contaba con los elementos ni con las condiciones necesarias y que las heladeras no andaban. Su sugerencia fue que se hiciera en otra localidad.
La única información que le dio el fiscal fue que el fallecido había querido entrar a robar a una casa, por ello el perito manifestó que comenzó a buscar lesiones compatibles con torceduras, caídas o raspones. Pero le llamaron la atención las lesiones que Bravo tenía en el hombro.
En las fotos se apreciaba que eran dos círculos color borravino. El testigo dijo que había practicado muchas autopsias pero que cuando vio esas lesiones no tenía ni idea con qué se pudieron provocar.
Pensó que podía tratarse de un golpe contra una pared. Nunca tuvo información del traslado ni de que lo subieron a una camioneta boca abajo.
Las escoriaciones, raspaduras que tenía Bravo en el pómulo derecho, eran compatibles con movimientos de un choque contra una zona dura, aclarando el perito que parecía que lo hubieran arrastrado y movido la cabeza en forma circular contra esa superficie dura.
En la espalda y la cadera tenía otras escoriaciones que podían ser producidas por arrastre. Esas lesiones fueron en vida.
FALTA DE EQUIPAMIENTO
Al no tener todos los elementos, aclaró que el examen fue de lo que pudo observar ya que no podía hacer análisis ni otros exámenes. No tenía para sacar radiografías ni sierras, por ejemplo.
Cuando observó el corazón encontró algunas manchas blancas y que eran más grandes de lo normal. Para el médico, esto podía ser compatible con una patología que podría haber causado una arritmia y en una situación de estrés, como la detención que puede producir mucha adrenalina lo que llevó al paro cardiorrespiratorio.
Ante una de las preguntas que le hizo la querella del Comité para la Prevención de la Tortura, sobre si conocía y si pudo aplicar el protocolo Minnesota, Rodríguez exhibió el libro que llevaba y lo agitó un poco en el aire para luego arrojarlo fuerte contra el piso, según publicó Litigio.
Aclaró que lo único que sabía es que era una muerte en custodia y por eso comenzó a buscar algunas señales porque no es bueno hacer una autopsia en blanco. También reconoció que no tuvo ninguna injerencia en la cadena de custodia de las muestras de tejido que mandó a analizar y que de eso se ocupó el fiscal Baigorrí.
OTRA DECLARACIÓN
A su turno, el médico traumatólogo Daniel Burman, quien ofició como perito de parte, contó que llegó a la autopsia por pedido de un conocido y para suplantar a otro médico que no estaba en Charata. Que la última vez que había presenciado una autopsia fue cuando era residente.
Tomó conocimiento de que la muerte fue en custodia por las marcas que le dejaron las esposas en las muñecas. También le llamaron la atención las lesiones en los hombros de Bravo y que para él eran compatibles con quemaduras y que ese día hacían cuarenta y cinco grados a la sombra.
Le preguntaron si esas lesiones podían causar dolor a lo que el testigo estimó que sí pero que le resultaba difícil decir cuándo fueron hechas, que podrían haber sido post mortem. Llamó la atención sobre las lesiones del rostro y concluyó que todas ellas se podrían haber generado de ejercer cierta fuerza y ponerlo boca abajo sobre algo caliente.
Reveló que examinó el cráneo y que concluyó que no había fisuras o traumatismos, aunque no podía tomar radiografías ni realizar cortes porque no contaba con el instrumental para hacerlo.
También recordó que durante la autopsia le dijeron que Bravo consumía estupefacientes, pero no podía precisar quién le dio esa información.
HABLÓ LA FORENSE
Por último, le tocó el turno a la directora del Instituto de Medicina Forense del Poder Judicial del Chaco, Gabriela Lamparelli, quien estuvo a cargo de la reautopsia que permitió dar un vuelco a la investigación.
Su testimonio fue interrumpido a las 13 en punto, ya que el tribunal advirtió que el alquiler de los equipos para registrar la audiencia solo había sido alquilados hasta esa hora (ver nota aparte).
Para los forenses, la víctima fue expuesta a sufrimientos psicológicos
La directora del Instituto de Medicina y Ciencias Forenses del Poder Judicial, Gabriela Lamparelli, respaldó las conclusiones de la reautopsia y consideró que la persecución policial expuso a la víctima a «sufrimiento psicológico».
La primera aclaración que realizó fue que la reautopsia se realizó aplicando el Protocolo Minnesota, que son las recomendaciones a seguir en el examen del cuerpo de una persona muerta en custodia. La especialista pudo acceder al occiso recién un mes después del hecho.
Lamparelli marcó diferencias con las conclusiones del primer informe, pero excusó a su colega Hugo Rodríguez, considerando que hizo lo que pudo con los elementos que tenía en una situación exigida por el fiscal Hugo Baigorrí.
En ese contexto, explicó que generalmente el tiempo que se dispone un cuerpo es de doce horas y en este caso apenas fue una. Que lo único que considera un error de aquel procedimiento es que el médico no dejó asentada esa circunstancia. La directora del Imcif reveló que todas las autopsias de las muertes en custodia se realizan en Resistencia porque se cuenta con el equipo y el personal suficiente.
En concreto, la médica hizo hincapié en que en el cuerpo de Bravo encontró señales de contusiones, compresiones y quemaduras. Y que varias de las marcas le sugieren que la muerte se produjo por asfixia mecánica y que estas maniobras suelen ser las que utiliza la Policía en la reducción de las personas que son aprehendidas.
Que en el caso de Bravo este mecanismo fue aplicado en forma interrumpida, es decir, que no fue un proceso de ahorcamiento seguido hasta provocar la muerte.
Por eso es que no encontró un color azulado en la piel sino un tono amarillo, pálido y la acumulación de sangre en el cerebro y cerca de la oreja, lo que indica que estuvo interrumpida la circulación por momentos y que causó que no llegue oxígeno al cerebro. En las fotos que exhibió de la autopsia y la reautopsia la forense señaló dónde se encontraba la espuma en la boca que es compatible con asfixia. Esto coincide con testimoniales que dicen haberlo visto a Bravo vivo con esta espuma.
Dijo que pudo ver en los videos la persecución del personal policial hasta que lo suben en la camioneta. Y que de allí es posible que las marcas del mentón y el del cuello sean compatibles con un mecanismo de apretar la cara contra algo duro. Reveló, además, que encontró marcas de uñas y de dedos en el rostro y cuello de Bravo.
Además, tenía marcas de las contusiones que le provocaron las caídas al piso al momento de ser derribado y microhemorragias en el hígado como consecuencia de esas caídas.