Por Facundo Sagardoy
El eximio tenor, que ha vuelto a Corrientes para dictar una masterclass invitado por el Teatro Oficial Juan de Vera y presentar «Opérame, relato musical con aroma operístico en siete cuadros» el próximo 14 en el marco del programa El Vera fuera del Vera.
Este programa lo impulsa el gobierno correntino, a través del Instituto de Cultura, que preside Beatriz Kunin, junto a la directora general del coliseo correntino Lourdes Sánchez, y su director artístico, Francisco Benítez, recordó que, en este paisaje estético cambiante, la búsqueda de la maestría se convierte menos en un logro de perfección y más en el mantenimiento de un equilibrio entre el control técnico y la profundidad emocional.
En esa línea, señaló que, tanto en los roles operísticos como en otras formas de expresión creativa, el artista debe navegar por la tensión entre destreza y vulnerabilidad, ejercitando su capacidad de adaptación, tanto en términos de habilidad como de identidad, impulsado por la rápida evolución de la tecnología.
Observó que la transmisión generacional de conocimiento cultural y práctica artística adquiere así una doble significación: no solo preserva el núcleo de las disciplinas, sino que también exige un compromiso con nuevas herramientas y paradigmas para garantizar que estas sigan siendo vitales y resonantes.
El camino del artista, por tanto, recordó, no es una trayectoria lineal de éxito, sino una dialéctica continua entre el crecimiento personal y el cambio social, ante el deber que invoca el presente de innovar sobre los bordes de la tradición.
-Manuel Núñez Camelino es un honor poder entablar este breve diálogo, una figura de talla internacional. Nacido en Corrientes. En el Teatro Vera, en el marco de El Vera fuera del Vera, para cantar, para dar clases. Con su presencia, el canto lírico vuelve a la agenda de la cultura de Corrientes. ¿Cómo descubrió la pasión por la ópera?
-Sin lugar a dudas, primero, gracias por el espacio y por las preguntas, y segundo, y no menos importante, Ángela López Pereira, que fue la maestra principal de canto del Instituto de Música, y maestra en muchos otros aspectos. Creo que fue ella la que me abrió, fue la primera que me habló de la ópera, la primera que me habló de las tesituras, de cuántas categorías vocales existen, y se me prendió el bichito. Ahí me intoxiqué.
Ella fue una persona que hizo muchas cosas por este género, particularmente aquí en Corrientes, haciendo música barroca, música de todas las características que existen. La música clásica, que yo prefiero llamarla académica porque forma parte de una estructura de formación, de transmisión de conocimientos, de transmisión de un oficio también.
Ella fue alguien que, luego de su muerte, en 2011, si no me equivoco, dejó un gran vacío. Un vacío que representa algo que vemos hoy en la sociedad: esa falta de ir, de, ¿cómo se dice?, de repère: (fr. marca, punto de anclaje o señal para guiar en el camino)… ¿cómo se dice eso en español? Sí, de puntos de anclaje, que son necesarios para poder superar las vicisitudes de la vida. Fue ella quien me escuchó cantar chamamé, del «De allá ité», de Pocho Roch, y me dijo: «Mire, usted tiene una voz de tenor. Está en el Instituto de Música». Y no era que no sabía, sino que no sabía que podía ingresar al Instituto de Música y formarme. Ella fue eso.
Me dijo: «Si uno se forma, si uno se prepara, puede afrontar lo que quiera». Y ahí es donde voy. Eso es lo que me gusta de tener visibilidad, de decir, más allá de mi persona, que hace algo, hay un oficio que se puede transmitir. Hay mucho talento acá en Corrientes, mucha potencialidad creativa, y creo que esta oportunidad que estamos preparando plasma ese camino, que hoy en día son unos veintipico de años.
La obra musical como narrativa universal: roles desafiantes y aprendizajes
-Qué bueno haber podido hallar en la ópera el código entre la esencia y el entorno, y ser su transmisor, trascender su répéter. La ópera es un género con siglos de historia. ¿Qué elementos cree que aún logran conectar con el público actual y cómo contribuís a mantenerlo vivo y relevante? Esto va en camino hacia quizá la actualidad y la posible transformación de la ópera.
-Exactamente. Justamente, la ópera no es más que una historia de personas, una representación de la problemática humana en la música. Es decir, es una historia de teatro que pone en representación problemáticas del ser humano. Y eso puede ser algo completamente universal, de los símbolos, como puede ser «La flauta mágica» de Mozart, que hablaba de un período particular de la historia, pero que habla de cosas que son comunes al ser humano.
Nacemos, nos enamoramos, sufrimos, lloramos, nos reímos, y después, bueno, siempre hay como una reverberación en el mundo. Desde que somos seres humanos, nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos. Eso es, resumiendo, lo que nos pasa.
En el medio aprendemos las emociones: la alegría, la bronca, la violencia también. Por eso, en la ópera tenemos todo eso. El chamamé también transmite eso. El folclore, toda expresión musical transmite una emoción, pero no solo la emoción que va a provocar a vos eso de llorar o reír, sino algo que te habla a vos mismo desde tu cotidiano. Entonces, para que la ópera siga viviendo, porque hoy es realmente un nicho dentro de la industria musical, hay que seguir contando historias.
Creo que ese es el punto en el que tenemos que abocarnos: crear nueva música o utilizar la música que ya existe para contar, para seguir contando historias. «La Traviata» no es más que la historia de una prostituta que se enamora de uno que no podía enamorarse de ella. Esto lo vemos hoy en día: las élites de las que tanto hablamos, las castas, son problemáticas que existen hoy en día todavía.
Acá tenemos una expresión que yo detesto, que es «el negro de la sociedad con el ricachón o el cheto», o, hoy en día, los influencers que vehiculan un glamour, una cosa superficial que en realidad no muestra lo que pasa detrás de estas personas. Entonces, hay problemáticas que siguen siendo las mismas. Cambian de forma, cambian de color, pero seguimos hablando de los problemas que encontramos en nuestro cotidiano. Y ahí, si queremos hablar, podemos seguir evolucionando esta forma de arte que es la ópera, que no es más que una obra universal.
-¿Cuál fue el momento más desafiante de su carrera como cantante de ópera? Y me refiero a un papel que haya marcado un antes y un después.
-Bueno, hay dos cosas. Uno, que en realidad yo tengo un tipo de voz que, si bien me permite cantar roles principales, también me lleva a interpretar roles menos principales, los roles secundarios, que generalmente son cómicos.
Uno que me marcó realmente mucho fue Arnalta, de la ópera «La coronación de Popea» de Monteverdi. Es un rol travesti, es una nodriza de la época imperial romana que le canta una canción de cuna, pero también le enseña las cosas de la vida a la nueva emperatriz. Fue una puesta en escena en la Ópera Garnier, con Bob Wilson, que es un gran director de escena. Tiene una manera muy particular de hacer teatro.
Yo ya tenía mis treinta y pico de años, ya tenía experiencia, pero ahí me dije: «Ah, hay un mecanismo que tenemos que aprender, que es la técnica, que nos da un marco para ser creativos». Porque ahí aprendí, por ejemplo, a llorar en escena. Aprendí a manejar mi cuerpo de manera armoniosa y casi coreográfica, repitiendo y repitiendo hasta alcanzar un estado mental de concentración, como un deportista o un atleta.
Esto te permite cumplir una función específica dentro de ese organismo vivo que es el teatro. Fue muy impactante. Otro rol que me marcó es cortísimo. Es uno de los hijos de una familia en «Los siete pecados capitales». Lo acabo de interpretar y es un rol dificilísimo de cantar.
Es corto y puede pasar casi desapercibida su dificultad, pero me enseñó a controlar técnicamente la voz y la actuación para que la expresión no se vuelva técnica. Ese es un punto de equilibrio fundamental cuando uno canta: que la emoción no supere al instrumento, porque uno puede dañarse si no controla correctamente el mecanismo vocal y la técnica actoral.
-¿Tiene algún rol o alguna función favorita?
-Sí. El año pasado, en 2023 si no me equivoco, hice una creación de una ópera contemporánea. Era una ópera que duraba dos horas y media, basada en «Don Quijote» Miguel de Cervantes. Yo interpretaba a Sancho Panza y, a la vez, a Miguel de Cervantes.
Fue un desafío enorme, muy cansador, porque en esas dos horas y media, casi tres, cantaba dos horas y cincuenta y nueve minutos. No solo cantaba, también tenía muchos monólogos hablados. Es un recuerdo invaluable y fue un desafío enorme, sin lugar a dudas.
La ópera, un arte en constante transformación,
abierto a fusionarse con géneros y tecnologías contemporáneos
-En un mundo donde la tecnología y los géneros musicales contemporáneos dominan, ¿cómo ve el lugar de la ópera en la actualidad? ¿Cree que exista una fusión de géneros a través de esta forma teatral?
-Sí, completamente. Yo creo que ese es el punto en el que debemos experimentar: crear nuevos lenguajes musicales que cuentan historias. Eso es la ópera, una historia en música, aunque mucho más compleja. Pero, resumiendo, es eso.
Hoy en día, hay nuevas maneras de hacer ópera. Más allá de las características del canto propiamente dichas, estas se pueden transmitir y amplificar. Incluso en teatros completamente acústicos, se pueden mezclar elementos audiovisuales como el mapping, proyecciones y sonido.
En realidad, la ópera es el ancestro del cine. Desde esa perspectiva, podemos crear nuevos espectáculos y dar vida a óperas que ya tienen 500 años.
-Ha tenido la oportunidad de presentarse en muchísimos teatros, escenarios muy importantes. ¿Cuál, en términos de escenario, fue el más memorable y por qué?
-Bueno, bueno, la Ópera de París, sinceramente, la Ópera Garnier, donde estuve cantando casi 10 años en las temporadas. Desde que estuve en la escuela, que en realidad no es una escuela, es un programa de formación profesional para jóvenes profesionales.
Eso me permitió en Francia pasar de un estatus de estudiante a un estatus de asalariado, ¿no? Era, de alguna manera, un empleado público, dependiente del Ministerio de Cultura. Gracias a eso, pude… sí, la Ópera de París, sin lugar a dudas. Obvio que hay otros escenarios míticos: la Ópera de Zúrich, en Chicago con la Chicago Symphony Orchestra, en China también.
Aunque son importantes desde un punto de vista personal, creo que el escenario más impresionante en el que canté fue la Ópera de París, sin lugar a dudas.
-Como artista, esto es algo que se preguntan todos, ¿no? ¿Cómo maneja la presión de las expectativas y las críticas en un entorno tan excepcional y competitivo?
-No las manejo. Detesto a los críticos que vienen solo a dar su opinión pensando que es la verdad absoluta, cuando no deja de ser una opinión. Eso es algo que todavía sigo tratando en terapia. No se puede satisfacer a todo el mundo, eso está claro, pero sí, es algo difícil.
Con el tiempo uno aprende a tomar distancia, a no leer las malas críticas; yo no las leo nunca. Entonces, las que me llegan son las buenas, y hay que tomarlas, aprovecharlas. Las malas críticas… bueno, no sé, los primeros críticos son la familia, los amigos. A todos nos pasa en nuestro entorno, más allá de ser artista o no. Pero sí, es algo que no manejo bien y prefiero evitar.
-La ópera, como anticipó, no solo se trata de cantar. También implica actuar, llevar una obra al público, conectar. ¿Cómo maneja el equilibrio entre disciplinas?
-Bueno, esa es la magia que tiene el ser cantante de ópera. En realidad, uno trabaja su instrumento como un instrumento musical, pero a la vez tiene un texto, y ese texto debe tener una intención definida para transmitir algo claro. Uno puede decir «te amo, te amo» de muchas maneras, y esas cosas se exploran.
Hay un tiempo de desarrollo, y hay que permitirse sobrepasar los límites, exponerse en el sentido de sacrificar, a veces, la belleza vocal en pos de la expresión. Por eso digo que la expresividad nunca puede ser técnica; no puede ser la técnica la que se convierta en expresividad.
Es como en la cocina: si le pusiste demasiada sal, le agregás papa para que la absorba. Es un oficio. Aunque puedas aprenderlo en una institución, el único lugar donde realmente podés experimentar y darte cuenta de tus propios límites es el escenario. Es haciendo.
Por eso, para mí es importante hacer cosas acá en Corrientes, para que ese espacio exista. Hay mucha gente con ganas de hacerlo, y la única manera de desarrollar el nivel es haciendo, haciendo y haciendo.
-Además de verlo con la estampa del Coliseo Correntino, un teatro tan amado y reconocido en el país, con presencia internacional, vas a dar un masterclass que es abierto, una oferta muy buena y muy bien recibida. ¿Qué mensaje da a los jóvenes?
-Primero que nada que es una carrera o un camino que necesita tiempo. Tiempo de saber exactamente lo que uno quiere hacer primero, realmente lo que uno quiere hacer. Segundo, el desarrollar una técnica lleva años, realmente años.
Todos los grandes cantantes lo dicen, porque la voz cambia, uno cambia, y hay que darse el tiempo, no es de la noche a la mañana. Hoy en día estamos muy acostumbrados a apretar un botón y recibir algo. Entonces hay que tener mucho cuidado.
Es excelente que pueda ser casi mágico eso, inclusive no hace mucho atrás, hace 15 años, esto que estamos haciendo ahora, vos que me grabás con tu teléfono, era imposible, era casi ciencia ficción, y sin embargo hoy en día se puede inclusive… Yo ya sé que mi papá estuvo enfermo a las 12 del mediodía, 5 minutos después. Eso hace 15 años, 15 años estoy hablando. Era casi imposible, casi.
Entonces, saber adaptarse y tener en cuenta que la tecnología nos puede ayudar, pero también nos puede poner en una especie de ansiedad constante, y eso no es productivo, sobre todo para nadie, digo, pero sobre todo para las carreras artísticas.
Esto que estamos haciendo junto con el Teatro Vera es un proceso casi mágico, porque es poco tiempo, dos meses, para preparar algo así, para saber qué se puede técnicamente, qué no se puede técnicamente, y eso hay que tener en cuenta. Medir qué es el éxito para cada uno, porque tú también a veces estoy enfrentado o confrontado a eso, ah, bueno, vivís en Europa, sos exitoso, exitoso, ¿qué es éxito? Eso tendríamos que definir. Porque obviamente yo si evalúo muy fríamente, la verdad que estoy muy orgulloso de dónde vengo y hasta dónde llegué, pero hay gente que es mucho mejor que yo, y canta mucho mejor que yo, y hace las cosas mucho mejor que yo, pero eso no significa que yo no tenga mi lugar.
Entonces, calmar, tener un sueño que no sea imposible, es importante, que uno sepa siempre que tiene que tener un plan B, uno sepa que tiene, siempre tiene que resguardarse de dónde poder caer, porque se cae, se cae, y muy fácilmente. Hay mucha competencia, y eso hay que tranquilizar, hay que relativizar.