El director de Politikon Chaco, Alejandro Pegoraro, analizó los recientes datos del Indec que reflejan una baja en la pobreza que pasó de 52,9% a 38,1%, aunque advirtió que las cifras no reflejan del todo la realidad cotidiana de muchas familias.
Si bien reconoció que la tendencia es positiva, aclaró que «las estadísticas no siempre se traducen en una mejora real en la vida cotidiana».
«La tendencia es buena, pero esta sobrepresentación de algunos gastos de los hogares genera que vos estadísticamente dejes de ser pobre, pero en tu cotidianidad aún sientas que vivís en condiciones muy complicadas», explicó Pegoraro.
En declaraciones a Radio Natagalá, el especialista remarcó que factores como el pago de alquileres, tarifas y otros gastos no siempre contemplados en la canasta básica impactan fuertemente en los hogares.
«Supongamos que tenés un crédito en tu familia; eso hace que, más allá de lo positivo del dato, tu calidad de vida no haya mejorado significativamente», agregó.
Consultado sobre el caso específico del Gran Resistencia, Pegoraro destacó que es un ejemplo ilustrativo por las fuertes fluctuaciones que presenta.
«Pasar del 75% al 60% de pobreza significa que cerca de 60 mil personas salieron de esa condición según la medición, pero no necesariamente implica que su situación haya mejorado notablemente», señaló.
«Tenemos una base de población con pobreza estructural, otra franja muy pequeña con ingresos altos, y una porción muy grande que sube y baja de la línea de pobreza según las coyunturas económicas», describió.
En ese sentido, advirtió que los movimientos abruptos del índice de pobreza tienen que ver con esa franja intermedia de la población, altamente vulnerable a los vaivenes económicos.
«No es que de un semestre a otro cambió radicalmente la realidad de miles de personas, sino que hay una fuerte volatilidad en los ingresos y el mercado laboral», sostuvo.
Asimismo, Pegoraro subrayó que «la alta tasa de inactividad del Gran Resistencia», una de las cinco más altas del país, condiciona fuertemente el desarrollo económico y la estabilidad social.
«Necesitamos un mercado de trabajo mucho más amplio y una mayor inclusión laboral. Hay muchas personas que podrían insertarse en el mercado, pero hoy no tienen los incentivos para hacerlo», planteó.
En otra parte, el director de Politikon advirtió que mientras no haya una mejora real de los ingresos y mayor estabilidad económica, «seguiremos dependiendo de los aumentos de ingresos en trabajadores formales o de transferencias sociales para que muchas familias puedan sostenerse», dijo.
«No alcanza con dejar de ser pobre en términos estadísticos. Lo importante es que la mejora sea real y sostenible en el tiempo», explicó.
Una mejora relativa y empujada por lo social
Según el analista, un componente clave de la baja en la pobreza fue el aumento significativo que tuvo la AUH en 2024.
Esto permitió que muchos hogares dejaran de ser considerados indigentes, al superar el umbral mínimo que define esa condición.
«Estamos hablando de una política social que sirve de contención. Pero si querés mejorar realmente tu condición, necesitás un ingreso laboral que, en muchos casos, no existe. No porque se elija no tenerlo, sino porque no hay posibilidades», subrayó.
En ese marco, Pegoraro advirtió sobre un fenómeno que distorsiona la medición tradicional de la pobreza: la informalidad.
Mientras los trabajadores en blanco enfrentan salarios que a veces no alcanzan la canasta básica, muchos hogares informales logran sortear las líneas de pobreza e indigencia combinando ingresos no registrados con asistencia estatal.
«Se da una paradoja: tenés gente en la formalidad que, según los números, es pobre, y personas en la informalidad que logran no serlo, al menos estadísticamente.
Eso genera tensiones, porque el asalariado formal percibe que ‘trabaja y no le alcanza’, mientras otros, desde la informalidad y con ayuda social, sí logran pasar ese umbral», sostuvo.
El trabajador pobre
En otra parte del diálogo, el economista se refirió al denominado «trabajador pobre». Este fenómeno, que se consolidó en 2022 y se profundizó en 2023, describe a quienes tienen un empleo formal, con paritarias y cierta estabilidad, pero aun así no logran superar la línea de pobreza.
«En ese momento, la dinámica inflacionaria estaba matando cualquier recuperación salarial. Incluso con aumentos, el poder adquisitivo no alcanzaba para cubrir lo básico», recordó.
No obstante, reconoció que desde fines de 2024 se observa una leve mejora, sobre todo en el sector privado formal. «Los ingresos comenzaron a crecer en términos reales, pero el problema es que no se generó más empleo. Mejoró el ingreso de quienes ya estaban empleados, pero no hubo una recuperación significativa del mercado laboral», explicó.
«Hoy, el fenómeno del trabajador pobre es más chico que antes, pero también porque hay menos personas en esa población: mucha gente sigue sin trabajo.
El desafío para este año es que continúe el crecimiento, aunque sea leve, pero sostenido, de los ingresos formales y que se recupere el empleo perdido durante el año pasado», aseveró.
¿Recuperación salarial o espejismo?
Pegoraro respondió con datos: «Si mirás el índice de salarios que publica el Indec, el sector privado formal ya recuperó lo perdido. Pero eso es en términos generales».
Por otro lado, subrayó que la recuperación es muy desigual entre sectores.
«Los trabajadores del agro, del sistema financiero y del sector inmobiliario recuperaron terreno.
Pero otros sectores todavía están lejos. El empleo público, por ejemplo, sigue 11% por debajo del nivel de diciembre de 2023, y los trabajadores informales están entre 7 y 8 puntos por debajo. O sea, la recuperación es real, pero muy heterogénea», finalizó.
El impacto de la inflación
y las expectativas a futuro
Una de las claves para comprender el descenso de la pobreza, según Pegoraro, está en la desaceleración de la inflación. Durante los últimos meses, el Índice de Precios al Consumidor (IPC) mostró un comportamiento más estable, lo que también redujo el costo de la canasta básica.
«Es la principal razón por la cual bajó la pobreza. Si se mantiene la inflación controlada, podemos seguir viendo mejoras. Pero también hay riesgos que pueden frenar este proceso», advirtió.
Entre esos riesgos, el analista mencionó la presión cambiaria, el aumento de los dólares paralelos, la caída en las reservas internacionales y las posibles exigencias del Fondo Monetario Internacional (FMI), como una nueva devaluación.
«Cualquier movimiento brusco en el tipo de cambio puede interrumpir esta tendencia. Una devaluación, aunque sea pequeña, impactaría de lleno en la inflación y, por ende, en la pobreza», aseveró.
El desafío: consolidar la mejora
y ampliar su alcance
Mirando hacia adelante, Pegoraro insistió en que la recuperación de los ingresos debe ir acompañada por una reactivación del empleo y por una estrategia para reducir la informalidad.
Solo así la baja en los índices de pobreza podrá consolidarse como una mejora estructural, y no meramente coyuntural.
«Si en una familia hay dos adultos y uno se queda sin trabajo, ese hogar puede pasar a ser pobre.
Si esa persona consigue empleo, puede salir de esa condición. Es tan simple y tan complejo como eso», graficó.
La clave, según el especialista, está en mantener la estabilidad inflacionaria y reactivar el mercado laboral: «Es importante que no solo sigan creciendo los ingresos, sino que también se recupere el trabajo perdido. Solo así vamos a poder hablar de una verdadera salida de la pobreza».