Con el fallecimiento del Papa Francisco el lunes, a los 88 años, en su residencia de Santa Marta, continúan desarrollándose homenajes multitudinarios que dan cuenta de su profunda influencia en millones de personas alrededor del mundo.
Desde el martes, miles de fieles se han congregado en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, para rendir tributo al pontífice. El féretro, expuesto en el interior del templo y custodiado por la Guardia Suiza, se ha visto rodeado de un clima de absoluto respeto y solemne silencio.
Ante la masiva afluencia de personas, las autoridades eclesiásticas decidieron extender el horario de apertura de la basílica más allá de la medianoche, permitiendo así que fieles de diversas nacionalidades pudieran despedirse del pontífice conocido universalmente como «el papa de la gente».
El funeral ha sido programado para mañana en la Plaza de San Pedro. Se prevé una asistencia multitudinaria, que incluirá tanto a fieles como a líderes políticos y religiosos provenientes de distintos países.
La inédita movilización ha provocado un notable incremento en los precios de vuelos y alojamientos en Roma, con tarifas hoteleras que han aumentado hasta un 75%, según reportes locales.
Líderes mundiales y ciudadanos de distintos continentes han expresado públicamente su pesar por la partida del papa Francisco.
Figura emblemática de un pontificado signado por la humildad, el diálogo y la justicia social, Francisco ha sido objeto de innumerables tributos espontáneos en diversas ciudades del mundo, donde se ha reafirmado su legado como guía espiritual y referente ético global.
PRONUNCIAMIENTOS DE AMÉRICA LATINA
En América latina, la reacción ante la muerte del Papa fue inmediata y cargada de homenajes institucionales. El presidente argentino Javier Milei decretó siete días de duelo nacional, y edificios emblemáticos fueron iluminados en honor al pontífice. «Nuestro país despide a un líder espiritual de dimensión universal», expresó el mandatario en un comunicado.
En Brasil, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva también declaró siete días de luto, afirmando que Francisco «buscó incansablemente traer amor donde había odio, unión donde había discordia». La presidenta mexicana Claudia Sheinbaum lo definió como un «humanista que optó por los pobres, por la paz y por la igualdad».
En Chile, el presidente Gabriel Boric decretó tres días de duelo nacional, destacando su cercanía con las causas sociales. Por su parte, el presidente ecuatoriano Daniel Noboa expresó: «Hoy el mundo ha perdido a un líder espiritual que marcó nuestra era con su valentía para hacer las cosas de manera diferente, su sencillez y su fe».
Desde Colombia, el presidente Gustavo Petro lamentó profundamente su fallecimiento y lo consideró un «gran amigo» y destacó, además, su papel como defensor de la vida y guía espiritual.
LEGADO UNIVERSAL
La noticia del fallecimiento del papa Francisco también movilizó a líderes de otras regiones del mundo, quienes manifestaron su pesar y reconocieron el legado del pontífice.
En Estados Unidos, el presidente Donald Trump expresó en su red Truth Social: «¡Descanse en paz, Papa Francisco! ¡Que Dios lo bendiga a él y a todos los que lo amaron!». Además, firmó una orden ejecutiva para que todas las banderas ondearan a media asta y confirmó su presencia en el funeral.
El jefe de Estado español, Pedro Sánchez, destacó su compromiso con la paz, la justicia social y los más vulnerables. En Francia, Emmanuel Macron valoró que Francisco «estuvo siempre al lado de los más necesitados». En el Reino Unido, el rey Carlos III declaró estar «profundamente entristecido».
Desde Rusia, el presidente Vladimir Putin reconoció la actitud positiva del Papa hacia su país, mientras que el presidente ucraniano Volodímir Zelenski subrayó su capacidad para «dar esperanza, aliviar el sufrimiento y fomentar la unidad».
El presidente turco Recep Tayyip Erdogan valoró al papa como un «respetado estadista y líder espiritual» enfocado en el diálogo interreligioso. Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, destacó que el pontífice «inspiró a millones más allá de la Iglesia Católica».
En Italia, país anfitrión del Vaticano, el presidente Sergio Mattarella expresó que siente un «grave vacío» ante la pérdida de quien calificó como un «referente histórico». En Alemania, Frank-Walter Steinmeier resaltó el compromiso del Papa con la justicia social.
También se pronunciaron líderes de África y Asia. El presidente sudafricano Cyril Ramaphosa destacó su rol en la promoción de la paz y la reconciliación. El presidente de India, Ram Nath Kovind, lamentó la pérdida y reconoció su entrega al servicio de la humanidad. Fumio Kishida, primer ministro de Japón, señaló el valor del Papa Francisco en la promoción del diálogo interreligioso y la paz mundial.
En Oceanía, el primer ministro australiano Anthony Albanese se sumó a los homenajes, subrayando su influencia en la protección del medio ambiente y en la defensa de los más desfavorecidos.
Misa Exequial
Tras el fallecimiento del Papa Francisco, la Oficina de Celebraciones Litúrgicas Pontificias anunció el inicio de los tradicionales novendiales.
La Misa Exequial tendrá lugar mañana, a las 10, en la explanada de la Basílica de San Pedro. Previamente, hoy, a las 20, se realizará el rito del cierre del féretro del santo padre en la misma basílica, bajo la presidencia del cardenal Camarlengo.
Estos actos marcan el inicio solemne de la despedida litúrgica al pontífice fallecido.
Durante los días siguientes, cada jornada de los novendiales estará presidida por un cardenal distinto y dedicada a un sector específico de la Iglesia, como muestra de la amplitud del ministerio papal.
Entre los celebrantes se encuentran el cardenal Parolin (día 2), el cardenal Reina (día 3), el cardenal Gambetti (día 4) y el cardenal Sandri (día 5), entre otros. Las misas se celebrarán en la Basílica Vaticana, mayoritariamente a las 17.
Dos de estas celebraciones -el próximo 30 y el 4 de mayo- se realizarán en la Capilla Papal y estarán reservadas exclusivamente a los cardenales.
Según el Motu Proprio «Pontificalis Domus», aquellos miembros de la Capilla Pontificia que asistan sin concelebrar deberán vestir su hábito coral.
La Iglesia ingresa al tiempo de transición
En el Vaticano, más de un centenar de cardenales se reunieron en el marco del proceso previo al cónclave que definirá al próximo pontífice, marcando así una nueva etapa para la Iglesia católica.
La despedida del Papa Francisco no solo representa el final de un pontificado, sino también el inicio de una profunda reflexión sobre el rumbo espiritual e institucional del catolicismo a nivel global.
Con un total de 113 cardenales ya presentes en Roma, se celebró la tercera Congregación General, espacio clave en el que se intercambiaron diagnósticos, preocupaciones y expectativas en torno al futuro de la Iglesia.
Estos encuentros buscan generar consensos previos a la elección papal, y se desarrollan en un clima de discernimiento, oración y análisis político-religioso.
En un gesto significativo, se decidió que la Misa del sexto día de los Novendiales sea presidida por el Cardenal Víctor Manuel Fernández, reemplazando al Cardenal Kevin Farrell.
El cambio no solo responde a una cuestión protocolar, sino que también a un reconocimiento simbólico al liderazgo teológico y pastoral del purpurado argentino, cercano al pensamiento del papa saliente.
La próxima Congregación General fue convocada para hoy, a las 9, hora de Roma, y será determinante en la preparación del cónclave.
En medio de este momento histórico, la Iglesia se enfrenta al desafío de mantener su unidad, renovar su misión y responder con audacia a los signos de los tiempos.
El Sumo Pontífice y el legado conciliar: una Iglesia en salida para el siglo XXI
El pontificado del Papa Francisco dejó como legado una visión de Iglesia en salida, centrada en la difusión del Evangelio hacia los márgenes del mundo. Así lo interpretó monseñor Piero Coda, entonces secretario general de la Comisión Teológica Internacional, quien sostuvo que el enfoque pastoral del pontífice giró en torno a una acción profundamente teológica.
Desde su primera aparición en el balcón central de la basílica de San Pedro, cuando pidió al pueblo que lo bendijera antes de impartir él mismo la bendición, Francisco trazó una línea de continuidad con el Concilio Vaticano II.
Según Coda, ese gesto encarnó el espíritu conciliar al presentar a la Iglesia como el pueblo de Dios, abierta a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, sin distinción de confesión religiosa.
Coda afirmó que el sueño de Francisco -palabra que el Papa utilizó con frecuencia en sentido teológico más que poético- consistió en testimoniar que la Iglesia no era dueña del Evangelio, sino su transmisora, especialmente para los más pequeños. En esa visión, el Cristo crucificado y resucitado continuaba viniendo al encuentro de todos a través de la acción eclesial.
La opción por una Iglesia pobre y con los pobres también tuvo, para Coda, una raíz conciliar. Consideró que no se trató de pauperismo, sino de una expresión teológica del amor de Cristo que, siendo rico, se hizo pobre para acercarse a los últimos. En este sentido, el Papa no hizo más que poner en práctica la Carta Magna del Concilio Vaticano II.
A lo largo de su magisterio, Francisco mantuvo una estrecha fidelidad a la inspiración del Concilio, del cual no participó, pero cuya esencia -según Coda- asumió con profundidad. De este modo, entendió que debía continuar caminando según la estela trazada por el Espíritu Santo en aquella asamblea eclesial del siglo XX.
El proceso sinodal que impulsó Francisco fue interpretado por Coda como una concreción práctica de los principios conciliares. A diferencia del enfoque jerárquico tradicional, el Papa propuso una Iglesia más participativa, convocando no solo a los obispos, sino a todo el pueblo de Dios a discernir el camino eclesial, superando estructuras clericales y excluyentes.
La primera encíclica de su pontificado, «Lumen fidei», retomó un documento iniciado por Benedicto XVI. Para Coda, ese acto simbolizó una profunda continuidad, no solo teológica sino pastoral. En ese texto, la fe se propuso no solo como creencia, sino como una forma de mirar el mundo con los ojos de Cristo, en clave de esperanza.
Coda también señaló una correspondencia directa entre «Lumen fidei» y «Dilexit nos», la última encíclica de Francisco, centrada en el amor humano y divino del corazón de Cristo. A través de esta obra, el Papa propuso una civilización del amor basada en la caridad que, según el teólogo, ofreció un fundamento espiritual a una transformación social profunda.
El compromiso del Papa con causas como la paz mundial, el cuidado del ambiente y la defensa de los migrantes también fue leído por Coda como parte de su teología en acto. En su visión, Francisco comprendió que el mensaje del Evangelio implicaba no solo una conversión interior, sino también una transformación de las estructuras sociales, políticas y económicas.
Finalmente, monseñor Coda consideró que el Papa Francisco actuó como un profeta en un tiempo marcado por la polarización y el avance de una tecnocracia económica que incluso utilizó herramientas militares. Frente a ello, propuso una revolución del espíritu: el servicio a los últimos, la justicia y la fraternidad como pilares de un nuevo modelo de convivencia humana.