El féretro del Papa Francisco fue colocado en un vehículo blanco y emprendió un recorrido de media hora por las calles del Vaticano y Roma. Cinco motocicletas de la guardia del Presidente italiano lo escoltaron.
El camino hacia la sepultura en la basílica de Santa María Mayor en los seis kilómetros recorrió los lugares más famosos del centro romano. En primer lugar, el Obelisco, saludado por miles de fieles. Muchos chicos habían hecho dibujos dedicados a Francisco -que amaba los regalos infantiles-, que mostraban y agitaban al paso de la comitiva.
Un grupo de cardenales seguía el convoy papal. «Nunca se han registrado números como en esta triste ocasión», comentó el ministro del Interior, Matteo Piantedosi, refiriéndose a las ceremonias que convocaron a tantos fieles desde la muerte de Francisco.
Un momento de especial emoción fue el recorrido por el centro de Roma y el pasaje junto al Coliseo, pleno de gente. Muchos de los presentes arrojaron flores al paso del féretro, en medio de aplausos, vivas al Papa y lágrimas que nadie ocultaba.
El recibimiento
Puntual, a las 13 (hora de Roma-a las 8 de Argentina), después de recorrer unos 6 kilómetros desde el Vaticano hasta su morada definitiva a través del centro de Roma, el vehículo que trasladaba los restos de Francisco llegó hasta la explanada delantera de la basílica -ubicada cerca de la estación principal de tren de Roma-, y una vez allí el féretro fue descargado por 14 portadores vestidos con trajes gris oscuro, camisa blanca y guantes del mismo color.
Cuarenta invitados especiales, organizados por la asociación benéfica Caritas del Vaticano y la comunidad de Sant’Egidio, recibieron su ataúd en la plaza frente a la basílica, en representación de los grupos marginados a los que Francisco dio prioridad como Papa: personas sin hogar y migrantes, reclusos y personas transexuales.