Un grupo de investigadores del Instituto de Geografía de la Facultad de Humanidades de la Unne lleva a cabo un estudio de caracterización del ruido en el ámbito de Resistencia. De manera previa a la pandemia se habían registrado en el macrocentro valores de ruidos muy superiores a los normales.
El ruido urbano es un factor de gran incidencia en la calidad de vida de los ciudadanos, que produce serias afecciones sobre la salud y que varían de acuerdo con las características individuales y culturales de los sujetos.
La intensidad o amplitud del sonido es percibida por el oído como una presión y para cuantificarla se utiliza el Nivel de Presión Sonora, expresado en decibeles.
El valor mínimo que puede percibir el oído humano es de 0 decibeles (dB) y al valor máximo se lo denomina umbral de dolor que le corresponde un valor de 130 dB, pero la audición se comienza a dañar aproximadamente a los 70 dB.
Es una problemática a nivel mundial, pero con características propias en cada centro urbano, lo cual hace necesario un seguimiento local de los niveles registrados.
En ese contexto, desde el Instituto de Geografía (Igunne), de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional del Nordeste, se están desarrollando trabajos de investigación realizando distintas mediciones de la calidad ambiental.
Específicamente se empezó a trabajar en un proyecto para realizar mapas acústicos de ruido urbano, como herramienta para el análisis y gestión del ruido urbano en Resistencia.
El proyecto se inició de manera previa a la pandemia, situación de emergencia que impactó en una reducción de ruidos por la menor movilidad de las personas y actividades en los centros urbanos, por lo que se espera poder reiniciar las mediciones en la medida del retorno a la normalidad en la ciudad.
Los primeros resultados, obtenidos antes de la pandemia, revelaron que el área del macrocentro de la ciudad presentaba en el período diurno ruidos equivalentes con valores muy superiores a los normales.
Así lo explicaron la ingeniera Silvia Ferreyra, responsable del estudio, y la doctora Liliana Ramírez, directora del Instituto de Geografía (FH-Unne) y del Instituto de Investigaciones para el Desarrollo Territorial y Hábitat Humano (Conicet-Unne).
Señalaron que continuar con las mediciones permitirá contar con una base de datos más completa y trazar nuevos diagnósticos y series temporales de la problemática.
La elaboración de los mapas acústicos de ruido -en los cuales también colaboró el profesor geógrafo Matías Sánchez-, posibilitan contar con información de rigor que sustente la definición de posibles medidas para mitigar las causales del ruido urbano que afecta la calidad ambiental de la ciudad y por consiguiente la salud de los ciudadanos.
La Organización Mundial de la Salud considera que el límite superior deseable de ruidos es de 50 dB, pero en muchas ciudades se supera ese indicador, según explicaron las investigadoras, nivel que se supera en algunas áreas de Resistencia, en ciertos momentos del día.
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