Por Miguel Ángel Vidaurre
Muchos comentarios arrojó en el Chaco un posteo del escritor local Esteban González en su red de Facebook, sobre los cincuenta años con la literatura que está por cumplir Vidal Mario. Uno de esos comentarios lo hizo Héctor Bernabé, ex presidente del Instituto de Cultura del Chaco durante la gobernación de Domingo Peppo.
En un examen, su comentario merecería un cero, acompañado de una oreja de burro, porque demostró estar muy flojo de lectura.
Preguntó si Vidal Mario era chaqueño.
Viniendo de alguien que durante cuatro años dirigió la política cultural chaqueña, eso es inaceptable. Sobradamente se sabe que Vidal Mario (muy ninguneado durante los dos últimos gobiernos peronistas en esta provincia), es paraguayo por origen, y chaqueño por adopción. Como bien le respondiera Esteban González, desde niño vive en Resistencia, para ser más exacto hace 58 años, por eso él se siente un chaqueño.
Ante la pregunta ¿Qué es ser chaqueño?, Bernabé se despachó alegremente con un comentario insólito: “Ser chaqueño se siente, se vive. Leemos, como chaqueños, a Veiravé, Donato, Pralong, Meloni, y puedo seguir nombrando”.
Comentario que mueve a risa, porque tres de los escritores chaqueños que recomienda el culturoso Bernabé, ¡No son chaqueños¡ Por si no lo sabía; el mejor poeta chaqueño, Aledo Luís Meloni, no es chaqueño. El mejor escritor chaqueño, Miguel Ángel Molfino tampoco es chaqueño, Julio Cortázar tampoco es argentino, la mejor escritora chilena Isabel Allende no es chilena y por último, le cuento, en caso que simpatice con quien escribió el libro «Mi lucha», ¡no era alemán!
Realmente, los gobernadores Peppo y Capitanich destrozaron la cultura chaqueña persiguiendo escritores, censurando y prohibiendo libros, amenazando a editoriales, y dejando sin trabajo a gente dedicada a las letras. Según la torcida visión de este ex presidente del Instituto de Cultura, para ser chaqueño, para sentirse chaqueño, y para vivir como chaqueño, hay que leer a cualquiera, menos a Vidal Mario.
Le paso al amigo Bernabé (no confundirlo con el sordomudo del Zorro, que era muy inteligente), una referencia del poeta, dramaturgo e historiador José María Cotarelo Asturias sobre Vidal Mario, autor de «Napalpí, la herida abierta». Sobre él, dijo:
“Vidal es un escritor que revisa el fondo de las cosas, que abre nuevas sendas por donde reencontrarse con el laberinto de la historia, que revela verdades históricas que algunos quisieran que sigan oculta, es un historiador revisionista que remueve entrañas, agita conciencias y despierta temores porque no deja títere con cabeza con su pluma-espada, que corta por igual a santos y demonios”.
Vidal tiene veinticinco libros publicados con páginas reveladoras de que muchos personajes de la historia no son lo que parecen ser, y que muchos acontecimientos del pasado han sido deliberadamente tergiversados por determinados intereses o por el paso del tiempo.
Su empeño revisionista evidentemente ha molestado y sigue molestando a algunos.
Aunque no es todo lo profeta en su tierra que debería ser, ya es un escritor internacionalmente reconocido que llevó sus trabajos a más de veinte países, que presentó un libro en la Biblioteca del Congreso norteamericano, y hasta fue entrevistado por el The Washington Post. Más allá de su naturaleza polémica y controversial el hecho es que, por su notable currículum como periodista, escritor e historiador, sumado a que vive en el Chaco y se siente chaqueño, Vidal Mario se ha ganado el derecho a ser respetado.
Discúlpeme amigo Bernabé, pero me parece que usted realizó esos comentarios por resentimiento, envidia y mediocridad.
Me despido con una frase del más grande filósofo de Inglaterra (espero que sea inglés), Samuel Johnson: «El nacionalismo (el provincialismo en este caso), es el último refugio del canalla».
(*) MIGUEL A. VIDAURRE
ESCRITOR, CASTELLI