La artista visual, escénica y performer, Luisina Montesino, miembro del elenco de «Quién», reflexionó sobre los temas centrales que aborda la obra.
Destacó cómo el montaje teatral utiliza la metáfora de la desconexión para representar el automatismo en el que la sociedad moderna ha caído, especialmente frente a las dinámicas de poder.
Remarcó que el automatismo no solo alude a la repetición mecánica en los comportamientos, sino también a la falta de cuestionamiento hacia las estructuras de poder que rigen nuestras vidas.
Esta falta de cuestionamiento, según Montesino, es uno de los grandes riesgos de nuestra época, ya que nos aleja de la humanidad y nos acerca a la alienación.
En ese sentido, la artista enfatizó la necesidad de explorar los límites tanto individuales como colectivos dentro de un contexto cada vez más deshumanizado y destacó que «Quién» busca invitar al público a reflexionar sobre temas profundos, como la conformidad y la alienación, así como a confrontar sus propias emociones en medio de una rutina que adormece y distancia de los otros.
Junto a Antonella Albertosi y Muriel Manzino, con quienes ha trabajado en la creación colectiva de esta propuesta escénica, las tres artistas se presentarán el fin de semana pasado en el marco del Festival Breve de Escena Contemporánea, sexta edición.
-El automatismo y la repetición son característicos en esta obra. ¿Por qué?
-Buscamos resaltar la desconexión en la que hemos caído como sociedad. Esta desconexión la manifestamos dentro de la obra con movimientos.
El comportamiento de los personajes surge como una construcción a través de los mandatos de «Quién». La obra surgió de las inquietudes y cuestionamientos que cada una de nosotras nos planteamos, y quizás, en un afán de encontrar respuestas, nos encontramos creando «Quién».
Es una obra que se alimenta de preguntas más que de respuestas, donde indagamos sobre los límites personales y colectivos.
-¿Qué sentido cobra en «Quién» la monotonía y la conformidad como experiencias vitales?
-Aunque no podemos identificar con precisión qué sensaciones impregnan nuestras interpretaciones en cada escena, podemos decir que trabajamos con los movimientos y los gestos.
Reflejamos la monotonía a través de movimientos que evocan lo repetitivo y rutinario, aportando así a la atmósfera de conformidad que queríamos transmitir.
REFLEJO DE UNA SOCIEDAD DESHUMANIZADA
-¿Qué desafíos encontraron al interpretar personajes que actúan de forma mecánica y deshumanizada?
-Creemos que es crucial mantener una conexión con la sensibilidad en todo momento. Si bien podemos decir que el desafío quizás fue lograr mantener este estado por un tiempo, que en los ensayos fue mucho más largo que en la obra, de todas maneras creemos que las emociones de alguna manera aparecen, desbordan y se activan.
La creación de esta obra nos llevó a reflexionar sobre cómo nos dirigimos hacia una desconexión (individualidad, egoísmo).
Creemos que, en un mundo donde rige el «sálvese quien pueda», la salida es, en realidad, todo lo contrario: la comunidad, pensar en el otro, estar unidos más que nunca, como una gran fuerza.
-¿Cómo fue el proceso creativo para desarrollar la coreografía de los «gestos repetitivos» y la «danza de hábitos»?
-Antonella, como bailarina y coreógrafa, fue la encargada de crear la coreografía. Observó los movimientos que traíamos a los ensayos y recopiló gestos que forman parte del inconsciente colectivo.
En la coreografía se incluyen referencias a gestos de personajes famosos, tejiendo así una conexión entre lo individual y lo cultural.
REPETICIÓN Y CAOS: LA EMOCIÓN ROMPE LA RUTINA
-¿Qué simbolizan para ustedes los momentos en que el caos comienza a infiltrarse en la obra?
-Estos momentos de caos representan instantes de lucidez, donde las emociones comienzan a desafiar la rigidez de la rutina. Creemos que es imposible sostener una existencia completamente mecánica a lo largo del tiempo.
Cuando lo humano se desborda, nos preguntamos hasta dónde podemos obedecer y dónde se encuentran nuestros límites, una reflexión que también resuena en nuestra sociedad actual.
-¿Cómo influye el uso del cuerpo en esta obra surrealista para transmitir emociones reprimidas o contenidas?
-Para nosotras, el cuerpo es nuestro principal instrumento como artistas. Necesitamos afinarnos antes de cada ensayo y función, de modo que, al momento de accionar, el cuerpo se sienta cómodo, ágil y receptivo a la improvisación.
A pesar de que la obra sigue una estructura, cada función es única, lo que permite que las emociones fluyan de manera auténtica.
Además, creemos que esta obra tiene mucho de performance. Exploramos el cuerpo como lugar de control y disciplina, pero también como protesta, reivindicación y deconstrucción.
La obra está pensada para ser adaptable y transformarse dependiendo del espacio en el que sea presentada. En la performance, el cuerpo es la pieza fundamental, permitiendo que lo atraviesen la gente, el espacio y el momento.