Tras el fallecimiento del Papa Francisco, la conversación internacional gira en torno a su legado espiritual y político, que aseguran ha marcado un antes y un después en la historia de la Iglesia Católica y en la escena global contemporánea.
Radio UNNE dialogó con referentes de distintos sectores sobre el argentino, primer papa latinoamericano y jesuita, quienes destacaron el liderazgo que integró la fe con un compromiso ético y social.
El doctor en Relaciones Internacionales, Pablo Wehbe, aseguró que durante sus 12 años de pontificado Jorge Mario Bergoglio “logró acercar la Iglesia católica a los cristianos”. Al aire de la 99.7 expresó: “Cambió una Iglesia que se había burocratizado, que era muy afecta a las condenas y cuestionamientos. Por ejemplo, Francisco dijo que los homosexuales no son delincuentes y que tienen derecho a formar una familia”.
Entre otros sucesos que el especialista destacó como disruptivos fueron el ordenamiento y la transparencia que trajo al Banco Vaticano y al Instituto para las Obras de Religión, que enfrentaron numerosas denuncias que incluyeron acusaciones de lavado de dinero y corrupción. Bajo su orden, los organismos del Vaticano pasaron a comunicar de manera anual sus reportes financieros.
“Fue un enorme mérito que un hombre de las villas, un hombre austero y humilde haya llevado a la Iglesia a su reforma. Le habló a los poderosos sin pelos en la lengua, cuestionó al capitalismo y dijo que el dinero y el poder debían estar al servicio de las personas, y no como fin último”, expresó Wehbe y recomendó leer el último mensaje que Francisco compartió con el mundo el domingo de Pascua.
El Arzobispo de Corrientes, Monseñor José Adolfo Larregain, también conversó con Radio UNNE y aseveró: “Creo que la figura del Papa Francisco con los años se va a ir engrandeciendo. Hoy como contemporáneos no alcanzamos a tomar dimensión de la profundidad de su mensaje en sus escritos, sus homilías, en su gestualidad. En sus gestos era muy fuerte. Salir a la plaza de San Pedro a dar la bendición y el día después vivir su pascua personal fue su rúbrica gestual”.
Larregain destacó el legado de la Iglesia de puertas abiertas, donde los valores fundamentales fueron la fe, la caridad y la esperanza: “Tenemos mucho para imitar. Por un lado están las puertas físicas pero por otro lado están las puertas de la cordialidad, las puertas del corazón, de la mente, de tener apertura de recibir al otro. Es ser hospitalario en el sentido profundo de la palabra”.
Por su parte, Natalia Rodríguez del área de Diálogo Ecumémico e Interreligioso de la organización Católicos por el Derecho a Decidir, también reconoció al Papa Francisco como “un líder de nuestro tiempo, porque tenía una espiritualidad comprometida con la justicia social, generando una Iglesia abierta que señalaba las causas estructurales de las injusticias, de las guerras, de los conflictos”.
Destacó también que Francisco supo establecer un diálogo social amplio, que excedió las palabras dirigidas a quienes profesan la fe católica: “Pudo verse que no sólo creyentes se expresaron, sino que desde diferentes lugares reconocieron el camino que inició. Fue una voz potente en un contexto de crisis global. Una de las claves de su papado no sólo fue denunciar las causas de las injusticias y de los problemas que vivimos, sino dar razones para la esperanza”.
Sobre la sucesión de Francisco, Rodríguez señaló que las expectativas de la organización en la que participa están puestas en que continúe la invitación en profundizar el camino trazado: “Quedan muchos pendientes. En la larga historia de la Iglesia católica, quizás 12 años no son mucho, pero fueron muy significativos. Nuestro deseo es que se pueda mantener ese diálogo dentro de la institución y en cómo la institución católica habla con el mundo”.
El sucesor
En esta línea, al ser consultado sobre las inquietudes en torno a su sucesor, el analista internacional Wehbe detalló que de los 135 cardenales de 71 países habilitados para votar, 110 fueron designados por Francisco: “La única certeza es que al poder del Vaticano no van a volver los conservadores. Está claro que la Iglesia italiana y la Iglesia americana son fuertes adversarios, por lo tanto hay que esperar”.
Wehbe calificó al proceso de elección como un fenómeno político, ya que se discute el modelo de Iglesia que regirá en Occidente. Aseguró que el elegido seguirá el legado reformista y estimó que los principales candidatos podrían ser de nacionalidad francesa, checoslovaca, italiana o filipina. También reconoció las expectativas de por que el próximo Papa sea del continente africano y detalló que también hay cinco latinoamericanos considerados papables.
Tras el funeral de Estado que tuvo lugar el sábado que fue, al mismo tiempo, ceremonia religiosa y escena política global, por lo que se espera que el cónclave del Colegio de Cardenales tenga lugar en la Capilla Sixtina entre el 5 y el 10 de mayo, fecha límite marcada por la normativa vaticana. El analista descontó que sea un proceso que vaya a extenderse, ya que la elección de Francisco duró dos días y de su predecesor Benedicto XIV, tres días.
La iglesia después de Francisco
La muerte de Jorge Bergoglio, el papa Francisco, primer pontífice latinoamericano de la historia, pone a la Iglesia Católica ante la disyuntiva de continuar, frenar o retrotraer sus reformas doctrinarias e institucionales, una tarea que por la propia lógica del poder eclesial dependerá también de quién resulte su sucesor.
Los 133 cardenales que se reúnan en mayo para elegir al sucesor de Francisco I discutirán en el secreto del Cónclave papal no sólo un nombre y apellido, sino el rumbo de la Iglesia Católica en lo que siga del siglo, que el pontífice argentino orientó durante 12 años a las periferias geográficas, sociales y existenciales.
Sin embargo, como reza la propia Biblia citando al apóstol y evangelista Mateo, será una persona de carne y hueso sobre la que recaerá la conducción de la Iglesia -de los 1.400 millones de católicos y del Estado vaticano- y quien recibirá el dificilísimo reto de armonizar las corrientes aperturistas y tradicionalistas hoy en tensión.
En los últimos tiempos, Francisco había hecho un gran esfuerzo por potenciar al máximo la “sinodalidad” de la Iglesia, la apertura de un debate entre iguales que llevara a decisiones consensuadas en una institución con características de monarquía absolutista con la que él mismo fue asociado críticamente.
En ese sentido, Bergoglio imprimió a la Iglesia Católica un cambio histórico en términos de liderazgo religioso: humanizó al extremo el rol del Papa, no sólo en su contacto personal y parroquiano con la grey, o en la sencillez que se dio para vestir y vivir en Santa Marta, como un obispo más, el de Roma.
También Francisco, en su condición de Santo Padre, de Su Santidad, se permitió públicamente dudar, preguntar y someterse a marchas y contramarchas verbales a las que la cultura de infalibilidad de la Iglesia no estaba desacostumbrada. Y, desde ese liderazgo humano y humanista, la inclusión de todos en una “Iglesia de todos”.
Eso no excluyó que Francisco dejara encíclicas de las más valiosas de la historia de la Iglesia moderna, Fratelli Tutti (2020, ”Nadie se salva solo”) y “Laudato Si” (2015), esta última un notable ensayo teológico sobre el cuidado del planeta.
La novedad real de Francisco es que no se situó como papa post: ni postmoderno, ni post antiguo régimen, ni post Vaticano II. Sino que fue pre: buscó una nueva siembra, un nuevo inicio, y abrió un proceso, porque sabía que esto no es cuestión de cuatro días. Lo que empezó hace 1.700 años con la Iglesia en Occidente ha concluido, y comienza un tiempo nuevo. Con novedades muy desafiantes”, resumió antes del Cónclave el cardenal español Luis Argüello.
El mundo se preguntará durante las próximas semanas, entonces, hacia dónde marchará la Iglesia. Si seguirá dividida, si elegirá como Papa a un representante de alguna de las dos alas que la dominan (Francisco designó 110 de los 133 cardenales electores pero incluyó a los más conservadores), si se inclinará por una figura de transición o, bien, si encontrará una alternativa superadora.
Todo ello en un mundo que luce mucho peor que cuando Bergoglio llegó al Vaticano para participar del Cónclave en el que salió como Francisco: un mundo cargado de conflictos, con un orden multilateral en descomposición, genocidios, nacionalismos racistas y xenófobos, y una desigualdad social y económica cuyas consecuencias de exclusión lo desvelaron desde que era cura en Buenos Aires.