Pasadas dos décadas, la situación de este gran felino sigue siendo preocupante más allá de los esfuerzos de organizaciones ambientalistas.
El pasado 13 de septiembre se cumplieron 20 años de que Argentina declarará como Monumento Natural Nacional al yguareté, máxima categoría de conservación para una especie, por considerarlo en peligro crítico, ya que enfrenta un riesgo extremadamente alto de extinción en estado silvestre.
Pasadas dos décadas, la situación de este gran felino sigue siendo preocupante más allá de los esfuerzos de organizaciones ambientalistas. Gerardo Cenón, biólogo integrante de la fundación Rewilding aseveró que “un ecosistema sin la presencia del yaguareté, está enfermo”.
“Cuando empezaron a hacerse los primeros relevamientos, hace un poco menos que 20 años, los científicos llegaron a la conclusión que las poblaciones (de yaguaretes) son de probablemente menos de 20 ejemplares, lo que significó en ese momento que para la región chaqueña y otras provincias del Norte argentino, el animal está ecológicamente extinto ya no cumple su rol ecológico en el ecosistema”, mencionó en diálogo con Radio provincia.
El especialista mencionó que el rol del este animal es clave ya que controla las poblaciones de sus presas, elimina ejemplares que estén enfermos o heridos y sanea el ecosistema, ya que su función, la de depredador tope, es clave.
Por esto consideró que la recuperación del yaguareté en el Chaco, como en toda esta región, es clave. Agregó que para ello se necesitan frenar desmontes ya que “si bien cuando se sobrevuela la región chaqueña se ve una gran mancha verde, a esa esa mancha, en muchísimas zonas, le faltan los grandes árboles”. Señaló que los quebrachos, algarrobos y palos santos “son los pilares de ese bosque” en el cual se encuentran las presas de las que se alimenta el yaguareté.
Cenón dijo que a esto se suma la recuperación de la especie, como lo impulsan desde la Fundación y citó como ejemplo lo hecho con los Takajay y Nalá, hijos de Qaramta y Tania, que ya cumplieron 8 meses y “están creciendo muy bien, aprendiendo sus primeras herramientas de cacería de la mano de su madre y qué en unos años podrán ser liberados”. Más allá de esto señaló que estos cachorros, que se suman a Karai y Porã, nacidos en el Parque Nacional Iberá, “no es suficiente entonces por lo que es necesario seguir aumentando esta población”.