Como cada 7 de agosto, ciento de miles de personas en todo el país se volcaron a capillas, parroquias e iglesias para venerar a San Cayetano, el patrono del pan y del trabajo, en un escenario económico de inflación y desocupación que bien necesita un milagro.
En la provincia, la capilla de la calle San Buenaventura del Monte Alto, que lleva el nombre del santo, como cada año, celebró la fiesta patronal con seis misas durante toda la jornada, con el lema «Junto a San Cayetano seamos iglesia en camino de escucha, diálogo y encuentro». Lo propio sucedió en la parroquia del barrio homónimo, con misas y procesiones por sus calles.
Mientras que en el interior se realizó la cabalgata en honor a la figura más popular del santoral católico, hasta la capilla de Colonia El Palmar, en el Lote 5, en Presidencia de la Plaza, con la participación de quince agrupaciones gauchas, e independientes, y alrededor de 450 personas. De esta forma se congregó la comunidad de la zona en una fiesta patronal, que además incluyó ferias gastronómicas y espectáculos artísticos.
También la coalición de organizaciones sociales, denominadas Los Cayetanos, que tienen como pilar de sus demandas, las mismas necesidades fundamentales que el patrono concede, realizaron movilizaciones por todo el país, como en los últimos años, por lo que lo llaman la triple T: «Tierra, Techo y Trabajo», a la que este año se le sumó «paz para todos los argentinos y argentinas».
cuestión de fe
En la iglesia catedral, el presbítero Ricardo Rojas ofició la primera misa de la mañana. El párroco de parroquia del barrio San Cayetano, durante su homilía explicó con la fe la popularidad de este santo: «En este día hay un montón de misas donde va desfilando gente y uno se pregunta ¿por qué son tan amigos de San Cayetano? y es porque confían en él y le han confiado algo tan importante como el trabajo, cuando el corazón encuentra el verdadero punto de apoyo, la mirada de la vida se equilibra y se serena y empezamos a ver, sentir y experimentar la vida en todo su sentido», indicó.
El arzobispo de Buenos Aires, cardenal Mario Aurelio Poli, al presidir la misa en la misa central en el santuario de Liniers, se dirigió a la grey diciendo: «Si han llegado hasta aquí es porque saben bien que, cuando se cierran las puertas que han golpeado muchas veces, se abren las puertas del santuario y se encuentran con San Cayetano, quien intercede ante el Jesús que tiene en sus brazos, para que todos reciban las gracias materiales y espirituales que necesitan para seguir caminando. El que viene a pedir con fe no quedará defraudado; el que viene a agradecer lo recibido, le dará gloria al Dios amante de la vida, y todos saldremos más hermanos, hijos de un mismo Padre».
Los cayetanos
y sus demandas
Conocidos como «los cayetanos», el grupo integrado por el Movimiento Evita, la Corriente Clasista y Combativa (CCC) y el Movimiento Somos Barrios de Pie comenzó a movilizarse en 2016, durante el gobierno de Mauricio Macri, para visibilizar los reclamos del sector frente a las políticas impulsadas por la gestión de Cambiemos. «La movilización popular es también un factor para aportar a la paz social y a la gobernabilidad», aseguraron desde la organización de cara a la convocatoria de este año.
Desde la Unión de Trabajadoras y Trabajadores de la Economía Popular (Utep) apuntan a quienes presionan para maximizar ganancias en un contexto adverso para las clases populares: «Frente a la agenda del sector concentrado que continúa pujando por sus intereses particulares en detrimento de las mayorías, especulando y remarcando sin resignar nada; nosotros y nosotras estamos en la calle para imponer nuestra agenda, una agenda que puja por los intereses y las necesidades de los y las de abajo», denuncian.
Insistieron una vez más con el proyecto de ley de tierra, techo y trabajo, bandera de lucha de las organizaciones sociales que vienen peleando en medio de la pandemia. Al mismo tiempo reclamaron paritarias libres, salario mínimo, vital y móvil de acuerdo a la canasta familiar, jubilación mínima al 82% móvil con movilidad según la inflación.
La historia detrás de un santo
La historia de San Cayetano de cómo dedicó su vida a ayudar a quienes menos tenían se esparció por el mundo. Sin esperar nada a cambio y con las limosnas que recibía por ofrecimiento de quienes seguían sus pasos, logró cambiarle la vida a enfermos y necesitados. Un 7 de agosto, pero hace 474 años, falleció Cayetano de Thiene, que luego se lo conoció como Santo de la Providencia, patrono del pan y el trabajo.
En su figura representativa más popular se encuentra sosteniendo al niño Dios en sus brazos, imagen que quedó inmortalizada luego de que, en sus escritos, San Cayetano dejara plasmado el relato del día en el que la Virgen María lo «invitó a alzar al niño».
Nació el 1 de octubre de 1480 como hijo de los Condes de Thiene, pero poco le importó el alto nivel social de su familia, puesto que su vida tomó un rumbo completamente distinto después de graduarse con un doble doctorado en derecho civil y canónico de la Universidad de Thiene, hoy conocida como Universidad de Padua. Su padre era militar y falleció cuando él tenía apenas 12 años, mientras su madre, María da Porto, se hizo cargo de Cayetano y sus hermanos.
Al finalizar sus estudios, su vida giró hacia el catolicismo y lo nombraron protonotario apostólico del Papa Julio II en Roma, servicio que brindó hasta 1513 cuando el Sumo Pontífice falleció. No obstante, no dejó de lado aquello que tanto pregonaba. Se esforzó para llegar a ser sacerdote, lo que finalmente logró a los 35 años y conformó el Oratorio del Amor Divino junto a otros colegas.
Al volver a su ciudad natal creó «hospitales para enfermos incurables». Fue en dichos sanatorios que, según cuentan las historias religiosas, el santo logró realizar milagros, como por ejemplo la limpieza de la pierna de una joven que, comprometida por la gangrena, estaba a punto de ser amputada.
El último sitio al que concurrió fue Nápoles, donde con su trabajo y amabilidad supo conquistar las almas de los napolitanos, quienes se volvieron devotos de toda su labor y creencia. Allí pasó sus últimos días, creyendo y defendiendo la misericordia de Dios, hasta que falleció a los 67 años por una enfermedad.
No fue hasta el 8 de octubre de 1629 que el papa Urbano VIII dio su beatificación, mientras que el 12 de abril de 1971 el Papa Clemente X lo declaró Santo en su canonización.